Entró en su habitación, lento, pero sin la menor perturbación, deseoso, maldito y obeso. Sonreía y el niño no sabía que hacer, solo fingir que seguía durmiendo, la noche se tornaba más obscura, las siluetas menos delineadas, la Luna desaparecía tras una malévola sonrisa. Era otra noche para llorar.
Entonces la cobija bajaba lentamente, su padre se acostaba a sus espaldas y después lo manoseaba aunque llorara, su padre jamás conoció el no. Un halo apestoso se hacia presente, lo más espantoso de todo se disipaba antes de suceder.
Entonces despertaba como muchas noches: apretando sus largas uñas, cerrando sus puños hasta que estos sangraban, orinado a sus diez y siete años de edad. Hasta que la amarga noche lo hacía caer dormido nuevamente por el cansancio de su lloriqueo.
Existían horribles recuerdos eternos aún, para el.
Un día como hoy
Ike, callado, burla del mundo tan grande, tan inmenso, tan espantoso se sentaba diario hasta atrás queriendo desaparecer del todo, queriendo ser nada, queriendo desafiar esa ley de antimateria, preguntando, deseando saber como desaparecer completamente. Un círculo de farsantes, odiosos, malditos adolescentes intransigentes y crueles de los que era victima día tras día, lo hacia menos: ¿cómo no temerle al mundo? si el mundo te desprecia por temerte a ti.
Y joven, enamorado, miraba a la chica de su corazón, aquella en la cual pensaba cuando lloraba, aquella que con solo una sonrisa hubiera logrado calmar las aguas, una completa desconocida a la que miraba por ya mucho tiempo, aquella que deseaba jamás tener contacto con el.
Una tarde más en la que el reloj de pared avanzaba lento, horas más en las que Ike ignoraba a su total vida, en la que lo único que lo mantenía despierto, ausente a su dolor puro, era el lento disiparse del haz de luz que entraba en la ventana, las miradas esporádicas a María, aquella ingrata y eterna que jamás volteaba, ni por accidente. El nunca saber las respuestas, ni una, el deseo de ser otro. Y entonces piensa: jamás me han besado, y eso, aunque pequeño, lo habría cambiado todo, nadie lo veía con amor, eso de su padre, definitivamente no era amor.
Y empieza de nuevo a golpear con la pluma la mesa, recostado sobre la paleta, mirando el reloj, a María, al maestro, a los muchachos que le aventaban cosas, al sol que ya casi moría. Entonces el maestro le pide que guarde silencio, tiene que ver la lista para saber su nombre, y eso que el año esta a punto de terminar. En verdad, jamás habló mucho, y le pedían que guardara silencio.
Entonces va al baño y se mira al espejo: Ike es horrible piensa, por eso su padre lo odia, por eso su madre se ha muerto, también le avientan cosas, lo golpean, lo ignoran y hasta a veces deja de existir, y se pone a llorar. Un poquito, para que nadie se de cuenta que tarda mucho, si alguien acaso lo hace.
Y recorre el pasillo, escucha sus pasos uniformes, huecos, ve el piso: de ajedrez y limpio, en la puerta del salón está su profesora con el director. Ese chico es un problema dicen, sabe que hablan del pésimo Ike.
Llaman a su padre, y espera en la oficina, nada asustado, pero con un dolor en el pecho, su alma llora, no solo es nada, también es un problema; golpea nuevamente con la pluma, es un tic nervioso que molesta al director, le pide nuevamente silencio y en ese momento, baja la vista, no quiere que vean esas lágrimas que están al abismo respirando por salir, no quiere que lo vean sufrir.
Su padre de nuevo, obeso y maldito, lo mira deseoso, lo toma del cabello y en ese momento las lágrimas se ven recorriendo sus mejillas, el director parece disfrutarlo y le habla a Sergio sobre el hijo tan canalla que tiene. Hipócrita, el hijo de puta lo tacha en su cara, Ike jamás le hizo nada, parecía un plan que le impediría tener siquiera un amigo.
Se siente triste, no tiene más que decir, no piensa en otra cosa, un dolor que crece más rápido que nunca lo inunda, es mucho dolor, se siente lento y torpe, tiene hambre, y odio también. Hambre y dolor en el estómago.
Su padre se lo lleva temprano a casa, otra noche de lágrimas…
La premeditación
Despierta con esa salinidad en las mejillas, las lágrimas ya no le saben tan bien como antes, no relajan, son más pesadas, más grandes y cansadas cada vez. Su cabeza esta caliente, tiene rabia; esa ira es lo que crecía poco a poco se da cuenta, al fin tiene algo sin dudar.
Y entonces va a la habitación de su padre, jala el cajón prohibido y ve el viejo revólver del abuelo, lo toma, lo mira mucho tiempo en sus manos. Es la única memoria del abuelo, con este mismo él se dio un tiro en la sien, estas balas guardan su alma. El aire se hace denso, escucha voces en su interior, la habitación esta semioscura, poca luz entra por un resquicio escondido, sentado en la cama, se mira y se queda perplejo. Se da cuenta que no quiere suicidarse. Entonces comienza a llover, se siente incapaz de hacer algo, se siente un cobarde, no sabe que hacer con ese odio. Esos ojos furiosos ya no desaparecen cuando ve el espejo.
Se va a dormir, quiere esa noche soñar con María, a pesar de su padre esta no será una noche de lágrimas.
La metamorfosis
Una mariposa volaba esa mañana en círculos en el patio, la mañana es muy húmeda, muy fría, se escucha a una cigarra cantando en algún lado, anoche Ike tuvo un sueño hermoso que hoy va a convertir en realidad.
Una mañana hermosa, es muy temprano, va a la habitación de su padre, Sergio duerme en la cama de Ike aún, el niño va al cajón prohibido, quiere hacer sus sueños realidad y sonríe cuando ve el espejo, se va a convertir en lo que siempre ha soñado. Va a ser libre.
En ese momento no escucha nada, solo siente paz, todo va en cámara lenta, disfruta cada instante. Entonces lo mira, obeso y detestable, jala la cortina para que ese hermoso viento matutino entre de tajo, su padre despierta, intenta no salir de su sueño cubriéndose el rostro, Ike sabe que tiene que despertar. No dice nada, lo ve con esa herencia en mano y Sergio acepta su destino, lo esperaba, aunque no tan pronto. A sus espaldas, el niño deja la imagen más hermosa que jamás había imaginado, un río de color carmín, el olor a pólvora, la cara de espanto. Se tomará un baño, decide, para salir a cumplir su sueño.
Al salir, tiene una manzana en mano, hace mucho no sentía el pecho descongestionado, la fruta es jugosa, a eso deben saber los labios de María, siempre lo ha creído al menos. Respira hondo, el rocío esta hermoso, el sol que se asoma también, camina a la escuela, tiene mucho tiempo para ver esas calles, esas que ahora ya no parecen espantosas grietas. Ve muchas mariposas, ve a la gente apareciendo poco a poco.
La escuela se le hace pequeña, apenas abre, es martes, el menos espantoso de todos, espera la llegada del director, es paciente, esta contento.
Esta vez no hace ningún ruido molesto, espera callado, con buena cara, como jamás lo habían visto, el señor entra con su eterno mostacho, llega de malas, Ike le enseña buenos modales, desafortunadamente lo que le entra por un oído le sale por el otro. Se da cuenta que el color carmín es su favorito, tanto tiempo que desperdició sin saber eso.
En el salón, están todos, por primera vez, se percatan de su llegada, no tenía un día más feliz que este: su maestra lo mira fijamente, sus compañeros también, lo miran porque ese día no debería estar ahí, son los quince minutos de fama de Ike y no los piensa desperdiciar. Comienza a correr carmín, se detiene con María, disfruta, que al fin lo vea, esa mirada es de asombro. Está más enamorado que nunca. Corre carmín de ella también, se le queda viendo, y con vergüenza, con sutileza se acerca, su corazón palpita como nunca, está a punto de cumplir su sueño, ella está hermosa, inmóvil, parece que también lo desea, la besa. Adiós María, piensa y se va a su casa, lleva en sus labios ese hermoso néctar, no sabía que los besos fueran tan bellos.
Y entonces se va, muy contento, ya no tiene rabia, ya besó, María lo miró, y sabia que nada más malo podía pasar. Le da las gracias a su abuelo y camina tanto, que llega a calles desconocidas, ya tiene un buen rato que no ve mariposas.
El sueño
Al fin del día, ve el atardecer en las afueras de la ciudad, tiene sus pies cansados, quiere dormir, tiene hambre y no le duele el estómago, está exhausto, quiere dormir. La culpa no roza su conciencia ni un segundo. Esa noche tiene el mejor de los sueños, lo cobijaban hermosas estrellas, mañana, sería otro gran día.
Blablabla.Si este no es de Hoy no sale el Sol
REmi
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