jueves, 22 de enero de 2009

Hoy no sale el Sol parte VII

El plan de conquista y la llegada de Miguel


El capítulo 35 habla de la noche antes de la boda de Ike, cuando lo leo recuerdo justo todo aquello que me fascinó de Violeta, llamada en mi historia Priscila, en ese personaje junto a las mujeres de las que recuerdo nombre y aroma. Todo sería más fácil así, pero sueno detestable con tan solo pensarlo:

“La noche ocultaba un poco de ilusión, un tanto de nostalgia, mi pecho estaba a punto de colapsarse por la imagen que mañana podría hacerse presente.
Mi corazón palpitaba desenfrenado, estaba caliente, cada vez más, mis lágrimas cuando salían parecían evaporarse, tenía que salvarla, esta historia no tenía que ocurrir”.

Pero Ike no lo lograba:

“Ella no estaba en casa esa noche, la busqué como loco, hasta debajo de las piedras, gritando en la calle y nunca me contestaba.
Ojala que mañana la vea antes de que ocurra, me quedo tirado en la banqueta de su casa. Cuando amanece ella no llegó.”

Y suena el timbre de la casa, esta lectura me perturba, mejor abriré, puede que sean muestras gratis de algún producto tóxico, una carta de Violeta, las mismísima Iris o Gabriel.
No, es Miguel el editor con cara de cárcel y aroma a tequila.
Está muy ebrio como para ponerse digno, al menos eso está bien, pienso y de forma inusitada, inesperada, me da un abrazo fuerte. Se suelta a llorar.
“¿Quién es?”- Me grita Sergio
“Mi jefe”- le contesto
Me dice mucho, lo oigo muy poco, estoy más nervioso por el momento que me pregunte del avance de que me cuente preocupado por su vida.
Resulta que lo van a correr de la editorial si no publica otro éxito; se une al club de Gabriel y mío. Su esposa lo dejó hace dos meses.
En ese instante ya siento un poco de camaradería por el, no sabe adonde se fue Lucrecia, puede que todas las esposas estén en el mismo lado hablando mal de nosotros, claro, en un sentido poético y sarcástico.
Cuando Sergio pretende salir a la sala e integrarse a la plática, decido que es mejor que vayamos con Gabriel. Antes de salir del departamento pregunto a Sergio el paradero de Violeta; a lo que el cabrón malagradecido me responde que es mi esposa, no suya.
Miguel recoge ya unos cuantos kilos de hojas de mi bíblico libro, lo dejaré, no voy a huir más.
En casa de Gabriel todos los adornos han desaparecido, huele a comida echada a perder y cerveza, en el cenicero las bachas de porros que nos hemos fumado estos días, aún está la cerveza que no me terminé en la mesita de centro.
Una caja de cereal rancio a medio comer frente al televisor, Gabriel ebrio y deprimido, otro cuarentón patán y canalla del montón.
“traigo dos botellas de tequila en mi carro”- dice Miguel
Entonces nos las empezamos a beber.

Horas después ya éramos hermanos, sabíamos la vida del otro a la perfección, el único con empleo aquí lo odiaba, estábamos solos, sin rumbo fijo ni historia. Parecíamos adolescentes, pero nos veíamos más patéticos, panzones, medio calvos y arrugados.

“¿Me darás el avance de la novela?” – Me pregunta Miguel
¿De que trata la novela?” –Me dice Gabriel
Yo me quedo callado, tomo tequila, tengo las venas y las lágrimas a punto de salir, lloraré como un niñito, eso lo sé.
“es muy larga, ¿ya la terminaste?”-Me dice Gabriel
“El otoño de las rosas era muy breve te aseguro que esta será un éxito más” –Miguel que no se calla.
“¿Cual es el tema de la novela?” –Otra vez Gabriel
“Deberíamos preocuparnos primero por nuestras vidas y nuestras esposas” –Digo cruelmente
“Odio a la mía, me preocuparé cuando me llegue la demanda del divorcio” –Miguel
“Se fue con su amante de hace tres años”-Gabriel
“yo amo a la mía” –Les contesto
“Pero no sé adonde está”

¿Qué le pasa al mundo?, todos se engañan, se olvidan y se pierden en sentimientos insulsos y torpes. Todos somos un gran club de perdedores conformistas.
Entonces se escucha el silencio, ese incómodo que a menudo se ríe en su percepción de las situaciones. Todos renombran su vida en cabeza quieta, Miguel ama a su esposa también, pero no quiere dar más pena de la que ha mostrado hoy, esta cansado de hacerlo por todos lados. De rodillas le rogó a Lucrecia que no lo abandonara, con todo y sus canas prematuras y lentes de fondo de botella.
Lástima es el último adjetivo que ella le dijo: “Me das lástima”
Gabriel se casó sin saber porque, fue una tontería de la juventud, un error que lo absorbió hasta los cuarenta años. Todo ese tiempo miró a otras mujeres con deseo, al principio ellas a él también, el matrimonio solo le sirvió para ganarse un gesto más pesado del que tenía antes. Se está quedando calvo, está mas relleno y su mirada busca la muerte que se aproxima.
Desde hace años ninguna mujer lo mira con deseo, Soledad tampoco, no con deseo, ni con amor, ni cariño, parece una muñeca estúpida que está ahí porque debe.
Lo trata como idiota, le daba de comer cosas que él odiaba, le pedía dar gracias a Dios hasta por el sexo que tendrían, por eso fingió este último año que tenía disfunción eréctil. Esa mujer le arruinó la vida.
Y conmigo el alcohol había dado resultado: es cierto que los borrachos y los niños dicen siempre la verdad. Antes de que me fuera a dejar de perder al tiempo con ellos, desempatan la idea, de que si uno de nosotros puede ser feliz, vale la pena ayudarle.
El alcohol es mágico, no deberían estigmatizarlo.



Si, pinches "estereotipos" jajaja ¡¡¡buh!!!

REmi

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