martes, 27 de diciembre de 2011

El final (de cualquier escrito)

Existe un sentimiento al que ningún hombre es inmune al menos alguna vez en su vida. La nostalgia es inevitable, artera, acechante, veloz y mortífera.
Al menos para aquellos, a los que el sentimiento les representa en pavor, repulsión o inclusive negación. Existimos otros, a los que la melancolía nos sirve como combustible a toda aquella pasión encerrada tras horas de calma tensa en oficinas y estudios de peli grasientos que se sienten superiores por no poseer siquiera un instante para sí mismos.
El miedo a los finales es una constante del hombre común, y permitame decirle, querido lector, que no existe otra forma de vida más bella y única -aunque suene contradictorio- que el hombre común.
En la actualidad el estereotipo más común dictado por los medios, es el del hombre único, la persona especial, aquel que se distingue por... ¿hacer exactamente lo mismo que los demás?
Y es que, si usted lo percibe con la calma y certeza de los tiempos actuales; todos lo que coexistimos en el mundo, que presumimos de intelecto y razón, buscamos ser distintos, únicos y especiales. ¿pero distintos a qué?
Justamente la carrera de destacar nos hace similares al resto, la búsqueda de especialización, especialidad y de motivos de carisma nos hace -dentro de los límites de la biología, y de la certeza de que cada cabeza piensa de forma distinta-, completamente iguales el uno al otro.
Este fin de año se presenta menos catastrófico que otros, menos emocionante y sí, cada vez más pronto; quizá es la edad, aquello que hablan muchos amargados y llaman madurez, a mí en lo personal, me gusta la idea de que los años pasan cada vez más rápido mientras perdemos paulatinamente el control de nuestras propias vidas.
El tiempo es lo más inevitable y lo menos seguro en nuestras vidas. Pensar que se tiene tiempo para hacer aquello que deseamos o debemos, es quizá demasiado optimista en un universo en que a cada segundo que pasa, muere el universo que habitamos y que nos habita. El reloj interno y el externo son inseparables. Aunque ocurran a distintas velocidades.
Los finales son catástrofes por más pequeños que estos sean, ocurren en el universo, aunque este apenas se percate de que ocurrieron. Y también son los constantes llamativos de la melancolía más habituales y comunes.
Mis letras nacieron con la melancolía provocada por el miedo a los finales. Recuerdo mi primer escrito: una obra de teatro malísima que surgió de mi miedo a que el fin del mundo ocurriera. Sin calidad técnica, ni conocimiento alguno del estilo me embarqué en la carrera de las letras por mi miedo, no sé, infundado quizá por alguna película o documental, no lo recuerdo bien.
Sin darme cuenta, cuando inicié aquel escrito, me dirigía a aquello que aterra al hombre desde sus inicios: lo desconocido.
Desconocemos los inicios, puesto que aún no han sucedido, aunque lo que se avecina se anuncie con bombo y platillo, la duda en el hombre es irremediable, fugaz e incomparable. Y aquella duda algunas veces se convierte en una terrible realidad cuando lo predecido no sucede y lo desconocido nos devora.
En aquel entonces, con la inocencia de la huída a mis miedos más profundos, comencé a escribir sin darme cuenta de que en algún momento me llegaría la necesidad de poner el punto final.
Posiblemente mis letras se alimentan más de la inocencia y de la ignorancia que del conocimiento de la vida. Y es justo esa magia la que me hace soñar al escribir, para mí en un principio, y después para compartirle lo que sueño, estimado lector. En aquella ocasión experimenté por primera vez la fatalidad del punto final. El despedirse de personajes que conoces quizá más que a ti mismo, que están a la merced de tus emociones y caprichos, es más duro de lo que parece.
Nosotros mismos somos personajes de la vida de un planeta que cambia de capítulo cada año para contar nuevas cosas. Unido a eso le digo: pase buenas fechas, y si la melancolía lo atrapa disfrute la calidez de la misma. Que yo, por mi parte, le prometo acompañarle el año que viene con más de aquello que me hace y también me acompaña a mí: las letras.
Hasta pronto.

Mención especial y dedicatoria a mi amigo Vale, "el güero" Palestín, a cuyo cumpleaños no asistí, pero estimo y llevo en mi corazón todo el tiempo.
Diego su escritor.

martes, 8 de noviembre de 2011

Soy nadie

Esta mañana desperté y preparé mi café, decidí que lo más razonable sería contar los minutos que tardo en desesperarme para esperar el anochecer.
Dicen que mi alma es de otoño; soy un montón de hojas machacadas en el suelo, cetrinas, muertas y a punto de ser olvidadas.
El escritor escribe en hojas y yo lo hago sobre montones de hojas marchitas que caen muertas a mis manos. No les doy vida, no les brindo esperanza, solo las uso como burlándome de su muerte mientras los días se burlan del silencio que recorre mi cabeza en el primer otoño que tengo sin nada qué decir.
Sin embargo, entre sueños escribo, aunque despierto no lo haga, esas hojas marchitas un día se rompen pues escribo con solidez, locura, pasión.
Entonces, un día sueño despierto, y dejo de comprender la realidad y la fantasía, me muevo lentamente entre dos oficios innegables: las letras literarias y aquellas que resumen lo pronto, prestas a la historia: el periodismo.
Entonces, déjeme decirle, estimado lector, las letras y el ofico de las mismas apasionan al hombre desde tiempos inmemorables, pero estas se han transformado, ni el escritor es apto para escribir periodismo, ni el periodista lo es para vivir ese romance con la lteratura.
Aquellos que eligen, vivir entre ambos mundos deben saber que el periodismo y la literatura son mundos distintos que se alimentan de la misma tierra, son montañas enormes y mortales, entre las que existe un infinito abismo, y que, aquellos que se deciden a pasear entre ambas andan a ciegas en una cuerda floja.
La seriedad del periodismo es compartida por la literatura, sin embargo, en una la ética es importante y en la otra mientras menos ética se tenga, más claridad se atribuye al texto.
El periodista debería desnudar al mundo, el literato se desnuda a sí mismo, a todo aquello que tiene inmediato, demuestra a sus próximos todo aquello que no quieren saber de él y se deja de formalidades burras, el literato se tira al abismo para descubrir qué existe en esa zona que es impoobservar.
El periodista dista mucho de ser un tipo tranquilo que observa todo de lejos; sin embargo, al contrario del literato, debe excluir en la medida humana de lo posible su propio ser. Podrá opinar en algunas ocasiones, pero debe buscar ignorar la pasión propia en bien de su oficio.
!Qué terrible es aquello!, dirá usted, ¿acaso el periodista no se aprecia o valora lo suficiente?
Yo le digo que sí, y quizá demasiado.
Este año escribí mucho, pero demasiado poco al mismo tiempo. Siempre que me llega el otoño, año tras año, cada vez más veloz, recapacito sobre mis procesos literarios, sabiendo a nadie le importan, pero yo me los tomo muy seriamente, y digo comunmente que esto o aquello me dejaron parcialmente satisfecho pero en esta ocasión no podría decir lo mismo.
Es complicado cumplir espectativas; seguramente usted o yo lo hemos hecho más de una vez en la vida, hacemos lo que debemos y no lo que queremos, obedecemos al mundo pretendiendo funcionar en él y no con él.
Entonces, desde hace un buen rato soy funcional en materia de lo posible, y no, no dejo de imaginarme cosas que quizá a muchos asustarían o juzgarían de absurdas, hombres en calzoncillos llorando en el metro, mujeres coqueteando con desconocidos sin motivo alguno (ni placer), flores tumbando camiones en las avenidas u hojas de otoño convirtiéndose en mariposas, todas esas cosas nada funcionales y quizá ociosas me hacen. Pero todas ellas han sido calladas, mis letras se han multiplicado siguiendo una línea de la que la propia literatura se sentiria avergonzada y frente al espejo me miro y el hecho de agradarle al grueso de la gente que no me soportaba antes, me hace sentir como una imitación barata de mi propio ser.
A menudo mi novia me dice que yo no sería capaz de hacer tal o cual cosa, situaciones de locura que antes me sacaban una sonrisa ahora parecen oprimidas, toda aquella amargura suele ocultarse estos días tras un montón de ocupaciones que dejan a todos esos seres que invento en el tintero, silenciosos esperando a que mi locura vuelva a funcionar.
Entonces, cuando me dice que no soy capaz de hacer cosas que parecieran malas ante el grueso de la gente e creo incapaz de hacerlas y me siento un poco vacío.
¿Tan malo es abrigar la idea de que un día enloqueceré por completo y haré lo que nadie se atreve?
toda mi adolescencia acobijé la idea de fingir demencia un buen día y salir a matar a toda aquella gente que se siente feliz con tanta nada, soñé con escuchar a los viejos e ignorar los bríos de los jóvenes que tienen una esperanza mustia en sí mismos y soñé con brincar de un edifico alto un día para separar mi alma del cuerpo antes de quedar convertido en puré.
¿Pero qué hace a un hombre pegar los pies en el suelo?
¿Acaso es la necesidad de algo o alguién?, ¿miedo a la muerte, al futuro?
A recientes fechas he visto al que fue mi mejor amigo convertido en una pena.
Si hoy estuviera de moralino diría que no soy nadie para calificarlo de algo, pero tristemente hoy siento que si lo soy.
Crecimos y aprendimos cosas juntos, soñamos con futuros y al mismo tiempos hicimos que nuestros tiempos peligraran, él hoy es un recuerdo de sí mismo y yo hoy aunque hago algo que encaja con los modelos de todos, siento que también soy un recuerdo de aquel soñador que tiene un rumbo definido y tristemente esperanzado en aquello que todos suelen llamar futuro.
Escribir no es lo mismo, algunos escriben por escribir y otros como yo, escriben porque escriben, analice lo que digo y no tiene tan poco sentido estimado lector.
Ha llegado otoño y me gusta pensar que todos esos cambios, la calma estática y mi reciente acercamiento con los convencionalismos por mantener la paz no se apoderen de mí hasta hacerme olvidar el motivo por el que hago todo esto.

lunes, 25 de julio de 2011

Desde el fin del mundo.



El mundo era un sitio completamente silencioso, los mares parecían inmensos, fríos e interminables, su hermosura era ignorada por estatuas que eran despreciadas también; silenciosas, contemplando pasar los segundos como horas y los años como instantes, mirando al horizonte en medio de calles vacías, automóviles sucios con las puertas abiertas y las llaves pegadas, columpios oxidados, mecidos solamente por el viento. En este nuevo mundo los árboles eran los seres más ruidosos, los mares eran tumbas de cadáveres conservados por la sal, la tierra era testigo de la más completa soledad: plantas y flores crecían y se abrían sin pudor, frutos caían y se pudrían por el paso del tiempo, ni niños, ni madres se acercaban a probar sus mieles. Simplemente todos ellos se habían ido de pronto.

Vestigios de que antes sucedían vidas a diario eran las estatuas: efigies de desesperanza, visoras del mundo, condenadas a la inamovilidad, al silencio, a escuchar por siempre la música del viento.

En algún punto del final del mundo, cuando todo acabó y la era del silencio comenzó, una estatua se distingue de entre el tiempo detenido. Es tan real que el tiempo, aunque no existe más, le ha causado arrugas.

Se preguntarán que hace una estatua con arrugas, pues sí, lo mismo que todos hacemos cuando sufrimos por arrugas: envejecemos. Fue tallada con magnificencia, creada con formas perfectas y de pronto, ahí, frente a la inmensidad de un mundo casi sin vida se encontraba platicando a ciegas con otras estatuas cercanas a ella.

Todas ellas recordaban a turistas con olor a bloqueador solar tomándoles fotografías, a hombres y mujeres admirándoles, sonrojando por las formas curvas que algunas de ellas mostraban sin pudor. El último reloj útil se había detenido hace mucho, las alarmas dejaron de sonar hace tiempo, y Mármol, una estatua en pose de atleta, siente que su brazo se vence, se encuentra agotada tras cargar tal vez por décadas una jabalina inmensa. Siente angustia, sabe que no podrá soportar mucho más, hacía tiempo había pensado que nadie la vería nunca más, quizá no fallaría a su utilidad si descansara por un momento, había olvidado si en realidad era una estatua o se había convertido en una por algún motivo extraño. Aunque recordaba en cierto modo su nacimiento: era un frío pedazo de piedra helada tallada con esmero y dedicación, posada sobre una plataforma hermosa que fue su casa por mucho… quizá demasiado tiempo.

La jabalina es más pesada cada noche, cada hora, cada día, se siente como un castigo minuto a minuto, Mármol debe romper las reglas o verá cómo se desprende su brazo al igual que otras estatuas han perdido miembros por no desobedecer las reglas de la estatua.

Entonces de reojo se fija en todos lados, ni una hormiga ni un niño ni un auto a lo lejos, Petra, la estatua de una regidora mira a Mármol con temor, le dice que es peligroso revelarse a los modos de la estatua, pero Mármol no quiere quedarse manca. Es hermosa desde siempre y no soportaría tal pérdida con la misma mesura que sus compañeras. Pide disculpas a su creador en sus adentros y lanza tal vez tras siglos, la jabalina con gran técnica. Petra suelta una lágrima temerosa de que alguien la vea. Pero no, ni las plantas, ni las flores, ni los insectos que quedan y sobreviven tienen ojos. Un gran estallido retumba por toda la tierra.

Es la jabalina quebrándose y también Mármol cambiando de pose, nadie la ha visto, nadie gritó ni se atemorizó ante lo imposible.

Entonces, cansada de tanto silencio decide bajarse de su pedestal ante las súplicas de Petra, camina por calles abandonadas y silenciosas, se encuentra desnuda y no tiene frío, por fin se siente libre, no está nadie más que ella en todo el mundo.

Después se acerca a un espejo mira sus formas talladas, la magnificencia ha sido reemplazada por vejez, ahora tiene barba, arrugas y formas holgadas. Sí, era cierto: las estatuas son jóvenes cuando son admiradas, cuando son enterradas en el olvido envejecen, se pudren y desvanecen. Se toca la cara ¿adónde está esa forma curva y perfecta?

Solo queda piedra, arrugas y polvo.

Mármol se siente destrozada, se tira al suelo a llorar, se da cuenta que las estatuas están solas, se tira a la muerte y comienza a desmoronarse. Moverse le ha roto extremidades y el cuerpo, vuelve a su pedestal y se da cuenta que no puede colocarse de nuevo, se fragmenta hasta que queda en el piso. Piezas de aquel que fue un atleta han caído vencidas por el tiempo, Mármol ya no es bella, ahora es tan solo una pila más de escombros desde algún lugar en el fin del mundo.

(Fotografía: http://www.ldelisto.com/2010/01/las-estatuas-mas-curiosas.html)


Diego PM


martes, 14 de junio de 2011

Novela Corta completa

Estimado lector, le invito a que pase a leer en el periódico "Diario al momento", mi novela corta completa titulada Fábrica de nubes. le dejo el link. Tenga bonita semana.

http://www.diarioalmomento.com/noticias.php?NT=8690&CONTENT=fabrica-de-nubes


Diego Christian Pérez Morales

viernes, 13 de mayo de 2011

Tenía que ser él.








Muchos decían que era un super héroe aburrido con enemigos debiluchos cuya peor preocupación era no perder jamás el rizo. Sin embargo, los reclamos de estos aficionados a las historietas cómicas se terminaron en 1992 cuando DC Comics decidió acabar -parcialmente- con la vida de Supermán enfrentándolo a un fortachón proveniente de las entrañas de la Tierra que no pasaría un exámen de pre primaria llamado Doomsday. Posteriormente el mundo estuvo en caos y al final muchos de los fanboys reclamaron el regreso del más grande de los super héroes cuando al final en otra edición especial vio su regreso triunfante para proteger a los ciudadanos de Estados Unidos.
Si enfrentarse a la belicosidad de nuestro país vecino era terrible, imaginen ahora si llegaban a usar a su arma secreta: el hombre de calzoncillos rojos y goma en el cabello que con tan solo un esfuerzo de rutina podía apaciguar a ejércitos enteros en bien de la "libertad mundial".

Ahora, Superman es un indocumentado viviendo en E.E.U.U. y además es utilizado por el gobierno para resolver los asuntos de nuestro país vecino. Pues eso ya no más.
Así es señores en el ACTION COMICS #900 Superman se cuestiona por primera vez la política estadounidense y renuncia a su calidad de ciudadano y servidor del presidente de los Estados Unidos. Tras una visita a Teherán para apoyar a protestantes contra los ataques de America recibe un llamado de atención de parte de la presidencia Norteamericana.
Entonces, molesto vuela a Washington y se entrevista con Barack Obama es ahí cuando Supermán le dice a la cara al presidente de Norte America que el camino Americano no es suficiente para él y se divorcia de los Norteamericanos después de apoyarlos desde la segunda guerra mundial.

Muchos deberían seguir el ejemplo de este (ahora si) jefe de los super héroes y cuestionarse la razón de por qué cuando un americano mata es héroe y cuando un extranjero lo hace es un terrorista. Por más razones que se den (como la libertad del mundo) que resultan falacias tristes y maniatadas, matar está mal. De mi parte un aplauso a Supermán.

Diego Pérez Morales.

sábado, 7 de mayo de 2011

A capela

El papel de los medios sobre la formación de la opinión pública en general es preocupante. México es un país que sufre desconocimiento de su propio origen desde hace siglos; desde épocas de la revolución el mexicano se ha desmexicanizado y ha tratado de adaptarse al mundo global con un éxito dudable dejando de lado su origen y tratándose de ubicar en el mundo sin éxito tangible.

La democracia de mayorías dejó desprotegidas a minorías en los estados que en suma forman un gran número de mexicanos en pobreza extrema, con falta de servicios básicos y sobre todo desinformados de sus propios derechos.

En gran parte son este gran número de mexicanos los que se informan sobre lo que sucede en el país con medios desinformantes, aquellos a los que su voto (gran arma democrática) se ve como un objetivo jugoso por aquellos partidos políticos con estrategias populachistas e irrespetuosas, aquellas que atentan contra la dignidad y a cambio de una bicoca obtienen un poder casi omnipotente ante aquellos mexicanos que decimos saber el poder de nuestro voto pero no ejercemos la democracia como tal.

Es triste ver las pláticas recurrentes del mexicano promedio sobre la política: que todo va mal, que todos están mal, que el país está jodido y que mejor debemos votar “al menos peor”. La inconformidad con los gobernantes electos tampoco es un secreto a voces, sin embargo las quejas no pasan de eso, por desinformación, por des unificación entre los ciudadanos tan psicotizados y embobados por los medios que lo engañan y lo distraen como si viviéramos en un país de autoridad totalitarista.

¿Cuántas personas en el país votarán por un político porque tiene buenos comerciales?, Vicente Fox, un candidato sin objetivo claro más allá de un supuesto cambio que significó mal adaptar el plan económico del PRI y priorizar las timoratas relaciones exteriores (con nuestro vecinos del norte sobre todo) es muestra de aquello. Comerciales inteligentes sin contenido se ganaron la simpatía de un candidato que no propuso pero si se opuso a lo que estaban hartos los mexicanos: una vida estática sin cambios ni mejoras.

El actual presidente Felipe Calderón, vanagloriado por los medios con una guerra contra el narco en primera instancia y luego contra la delincuencia; guerra de los mexicanos para la imagen exterior del país, realmente la sociedad solo siente la guerra por las carencias, la violencia y la impunidad de la autoridad. La guerra es del presidente, la violencia sigue, el uso de drogas también; ¿Quién no ha visto desde hace años a jóvenes drogándose en las calles?, ¿acaso eso ha cambiado?, no, no lo creo.

Y es que los medios mismos lo catapultaron como el presidente del empleo, y esos mismos medios manipulados ante el fracaso del gran líder del país nos cambiaron el chip con futbol, telenovelas, tristes reality shows en los domingos llenos de luces, de actores, de soñadores, llenos de tanta nada. Ahora su lucha es una guerra sin inicio ni fin, una guerra que la televisión vanagloria y a la vez crítica, pero de críticas no vive la democracia, la democracia vive de la participación.

Si miramos el panorama es más que desalentador: un país sin educación se mantiene así porque le teme al cambio, en eso está de acuerdo con los gobiernos aunque estos cambien de manos, un país sin educación vuelve ricas a las empresas de medios que invirtiendo poco ganan mucho dinero, un país educado por la televisión que desinforma, es un país con un gobierno pleno, que en vez de títere es titiritero.

Diego Christian Pérez Morales

domingo, 1 de mayo de 2011

Mis muchos yo

Anoche soñé con mi amigo Javier, él es quizá la persona que más conoce mis sueños y las cosas incontables que hice y algunas veces no quiero recordar. Javier y yo crecimos juntos, desde niños tuvimos sueños que se encontraron y caminaron a la par. Queríamos ser famosos, nos creíamos talentosos y pensábamos que nuestra amistad sería tan fuerte que nos apoyaríamos hasta que murieramos.
Muchas veces platicábamos por horas sobre todas las cosas del mundo, cualquier tema era buen aliciente para vernos y platicar. Muchos jóvenes se juntan para hacer algo, Javier y yo escribíamos, paseábamos, platicábamos y escuchábamos música como todos lo habrán hecho, éramos dos adolescentes vulgares buscando un lugar en el mundo.
Realmente siempre pensé que estaríamos juntos, cuando las cosas nos comenzaron a separar mostrábamos una actitud que me decía que siempre seríamos amigos.
No sé en qué momento nos separamos, no tengo idea de cuándo nos volvimos desconocidos, de pronto nuestros sueños se estancaron y comimos realidad. Durante mucho tiempo lo extrañé, no verlo, ya que lo visitaba a menudo, extrañaba a mi mejor amigo aunque lo tuviera cerca, dejó de ser mi incondicional y se convirtió primero en un conocido, después en un extraño.
A menudo me acuerdo de él y lo extraño, no somos los mismos, tampoco la amistad sigue ahí tan fuerte. Pero lo que vivimos jamás se perderá, el recuerdo de esos sueños, aunque intangibles y hoy no se quedan mas que como sueños, ahí quedan.
Ahora tengo otros amigos, no sé que tan cierto es que estarán ahí siempre también, pero el humano tiende a confiar. Uno que aprecio mucho, El buen Vale me ha leído y me ha escrito como hacen los amigos en tiempos difíciles, actualmente no vivo tiempos sencillos, no es fácil conservar la calma ante sucesos tristes, hoy puedo decirle que estoy triste, pero he encontrado que la calma de la tristeza es cálida y tierna.
Para la gente de esta época no tengo más que agradecer el hacerme más humano, de pronto cuando nuestras personas entran en razón uno se queda perplejo e intranquilo. No todas las calmas son iguales, existen las quietas y las tensas, y ahora mismo estoy en una calma tensa.
Estos días quiero saber qué es eso que tengo en el pecho, aquello que me estruja y me tiene taciturno, pensativo, distante de mi propia razón de existir.
Vale me dijo algo muy cierto: "lo que tienes es enojo, no conmigo ni con el mundo, ni con las cosas, ni con ninguna persona en particular, tu estás enojado contigo mismo, necesitas hacer un trato con todos tus rostros y lograr la paz que desde hace mucho no tienes".
Me dijo que en mí existe el Diego buen amigo, el grosero, el barbaján, el humano, el escritor, el silencioso, el lider, el agresivo y el comprensivo. Dice que estoy enojado y necesito reconciliarme con mi persona, que mis facetas están irreconciliables y tienen batallas que desean librar unas con otras, yo estoy en el campo de la batalla.
No es fácil sincerarse con uno mismo, platicar hacia adentro no es tarea común ni sencilla, uno puede encontrar cosas terribles que durante años ha silenciado, y también encuentra a todos sus "yo" luchando entre sí por la supremacía del dominio.
Mucha gente que me aprecía me ha dicho admirable en estos días, yo no encuentro admiración en buscar un lugar en el mundo, no me refiero a ser "alguien" para el resto de la gente, me refiero a existir personalmente, a encontrar aquello que busqué conocer de más joven y no pude.
La verdad es que la gente espera muchas veces que yo sea el que guarde la cordura y la calma, alguien necesita hacerlo siempre, pero no me siento culpable de no saber qué está pasando. Cuando lo pienso, si, estoy enojado conmigo mismo desde hace años y jamás se me ocurrió remediar la situación. Tengo muchas cosas que decir que no diré porque no es el momento, espero que la gente no haga juicios sin saber lo que tengo en mi persona. No se olvida jamás, eso es cierto, también es cierto que mucha gente piensa que tengo una cordura magnífica cuando no es así. Estoy siendo un espectador de lo que ocurre en mi propia vida, es como si a usted lo obligaran a ver la peor y más larga película del mundo y no tuviera más opción que abrir los ojos y procesar todo aquello. Soy como una computadora de un modelo viejo que se queda pasmada, no es cierto que uno acepte la soledad y punto, tampoco que su servidor sabe mucho de estos temas ni que lo que hago lo hago con toda la razón. Estoy más bien, a la espera de que mis "yo" se reconcilien y entonces, después, me digan que carajo tengo que hacer.
Agradezco su lectura y espero saber de usted pronto querido lector.
Aqui le dejo una canción que escuchaba mucho con mi amigo Javier, una canción que hoy creo, nos avisaba lo que estaba por venir:
http://www.youtube.com/watch?v=SDsxkQk6DWw
Diego

lunes, 25 de abril de 2011

Alma de flor.






Muchos hombres tenemos alma de flor, por eso cuando llega el otoño nos sentimos muertos por dentro.

http://www.youtube.com/watch?v=v_obPAPkFAA

Imagino que en la vida somos parecidos a las flores, vivimos y somos víctimas de lo que sucede y de lo que no.
Muchos esperan toda su vida a que pasen cosas, otros esperan a que dejen de suceder, a que todo se llegue en calma, como si fuera primavera, con brisas refrescantes y esporádicas iluminados por la tierna luz del sol.

Entonces quizá, las lágrimas sirven de algo más que para entristecerse. Alguna vez escribí en otro de mis blogs:

http://icaronohabla.blogspot.com/2010/11/para-que-sirve-llorar.html

¿Para qué sirve llorar?

Lloramos de alegría y de tristeza.
Nos ahogamos al final sin un sentido -sinsentido-.
¿Para qué sirve llorar?.
Para dormir bonito queridos lectores, el llanto tranquiliza nuestras mentes y alimenta a las plantitas con algo parecido al suero.
Si usted llora hágalo cerca de un árbol, así esas hojas, flores y quizá frutos que nazcan serán su medicina de alegría y/o tristeza.

Hoy agrego algo que no sabía en ese entonces sobre el alma.
A esos hombres con alma de flor las lágrimas les sirven para alimentarse, y quizá, si contamos a las flores nuestras penas, ellas podrán alimentarse solas, quizá algún día nosotros también.

Muchas veces las cosas ocurren de tajo, cuando alguien se va de pronto, sin esperarse con antelaciòn queda un vacìo, queda la certeza de que las cosas no debieron darse de ese modo.

Decía Borges que el olvido no existe, que siempre perdura y arde todo lo que perdemos, decir adiós no es fácil, y ese es el motivo de este texto querido lector. Muchos me decían que tener tres blogs era una exageración, los alimenté con devoción, cariño, con gusto. Sobre todo con necesidad.
Si usted algún día me ha leído, si lo ha hecho más de una vez, entenderá que lo que escribo es lo que siento, posiblemente usted mismo entienda a los hombres con alma de tinta, que se viven de las letras, que conviven con las letras.

Estos últimos días han sido extraños, impactantes, duros y determinantes, tan solo le cuento que varias cosas han cambiado en su humilde servidor que tuvo que dar un adiós que lo dejó con un sabor amargo.
Espero que usted comprenda por vivencias propias a lo que me refiero cuando hablo de los momentos maravillosos. Es dificil edificar las cosas, no así destruirlas, el decir adiós es un modo distinto de destruir, y yo, tengo pasión creadora, no destructora.

Algunas veces, apresurarse a tomar desiciones no es lo correcto, entonces el recuerdo de esos momentos maravillosos es una losa pesada que se carga a costa de la paz y tranquilidad que todos buscamos, di un adiós que me dejó con la sensación de abandono, de desesperanza e inquieto.

Quisiera decir muchas cosas que no haré por respeto a alguien, sé que algún día me leerá y deseará dejar de hacerlo, solo le pido que entienda que el enojo no es un buen acompañante para tomar desiciones correctas. Del pasado me quedo con lo mejor, lo malo lo olvido, lo perdono y pido perdón.

Quizá te dije cosas que te lastimaron, no han sido ciertas, eres y serás grande, personas como esas que comienzan su vida como lectores de uno, no puedo más que agradecerles. A esa persona no solo le agradezco eso, le agradezco compartirme y enseñarme a compartir la vida, quisiera decir muchas cosas innecesarias, el pasado no se borra. Pero siempre nos queda lo que podemos hacer con su sombra.

De las cosas buenas y malas nos quedamos con lo que queremos, y no siempre queremos quedarnos con lo mejor, de las tragedias, todas y cada una de ellas las agradezco porque me hacen aprender.
No sé que pasará en días, semanas, meses, pero al igual que con aquellos ídolos que tengo del periodismo que el destino me permitió conocer, te digo a ti que si en realidad ese amargo adiós fue tajante, sé que siempre estaremos hermanados de una u otra forma, sé que creceremos y lucharemos cada día por cumplir nuestros sueños.

Nadie nos ha conocido tanto como lo hicimos nosotros dos, y esa unión, aunque en momentos turbios duele, no me crea arrepentimiento. Me da confianza en saber que las cosas bellas de la vida existen y que tú eres una de ellas.

Me ayudaste a creer en mí, me hiciste saber que si existía un humano en mi interior y me volviste cálido. De lo que pasó solo nosotros sabremos bien qué ocurrió, y si la vida en realidad quiere que nos despidamos, espero que este sabor amargo que tengo de acabar las cosas con silencio se disipe pronto al saber que estás bien.

Yo prefiero guardar silencio, no por desatención, lo hago por respeto a las cosas bellas, detrás de tu cámara y de tus letras tienes magia, jamás la pierdas, esa belleza, ilusión y alegría son la ambrosía de la flor que eres.

No te tires, no dejes que la flor se marchite, tu también tienes alma de flor, con eso me quedo, cuidate y ojala se de la oportunidad de platicar en calma. No por nada cada persona en el mundo busca tener calma de vez en cuando.

http://www.youtube.com/watch?v=ihiKoTXHQ8U&feature=fvst


A usted, querido lector, le debo más que su atenta lectura, le agradezco ser mi acompañante entrañable, indiscutible y constante. A usted le agradezco ayudarme a saber que no estoy solo.


http://www.youtube.com/watch?v=oHTFmJk7fH0

jueves, 14 de abril de 2011

La mirada perdida de mi padre.

Quizá con el calor sus neuronas se derretían como la miel.
La mañana que mi padre murió, ocurrió un día hermoso, se levantó y se observó en el espejo.
Ese día todos sabíamos que su fin estaba cerca, dos días atrás apenas había tomado agua, su rostro estaba escuálido, demacrado, cadavérico.
Se despertó y sin decirnos adiós, se despidió de la mejor forma forma posible: frente al espejo observó con atención, sus ojos estaban opacos, quizá guardó esos meses fuerzas para llegar a ese momento de culminación: tocó su rostro, sintió todos esos caminos que el tiempo, la vida y el tiempo en la vida le hicieron a su cuerpo, a su rostro.
Me observó a mí y a todos los que estábamos ahí y dijo:

-Vaya que me veo jodido-

Sonrió y se acostó dificultosamente en su cama de nueva cuenta.
Le acerqué, agua, comida y dulces, rechazó todo: "no me duele nada" nos dijo y se reposó para morir.

Diego Christian Pérez Morales.
margot-remi@hotmail.com

martes, 15 de febrero de 2011

El adiós a un maestro

El siguiente texto fue publicado también en el periódico "diario al momento", ese es mi antiguo trabajo y tengo una gran amistad con el actual director del mismo el señor Mario Andrés Campa Landeros que decidió publicarlo a pesar de que yo ya no estoy ahí como homenaje a nuestro recién fallecido amigo Fernando Gonzales Mora y podrá leerlo si gusta en el siguiente link:

http://diarioalmomento.com/index.php?option=com_content&task=view&id=10642&Itemid=90

Además le comparto lo que el señor Mario Andrés Campa me envió en mi correo:

HOLA. DIEGO.
GRACIAS POR COMPARTIRME TU PESAR POR LA MUERTE DE
NUESTRO GRAN AMIGO FERNANDO GONZALEZ MORA Y POR LA MENCION
QUE HACES DE MI PERSONA. ERES AGRADECIDO Y ESO TE COLOCA EN
UN LUGAR ESPECIAL.
SI DON FERNANDO HUBIERA LEIDO LO QUE ESCRIBISTE, CREEMELO QUE
SE HUBIERA SENTIDO, ES MAS CREO QUE AHORA SE SIENTE, MUY ORGULLOSO DE
TI. ASI COMO YO. HAS SUPERADO A LOS MAESTROS...
DIOS NOS COLOCO A LOS TRES EN UN SOLO CAMINO: EL PERIODISMO Y ES DESDE
DONDE ESTAMOS AHORA HERMANADOS.
GRACIAS NUEVAMENTE
SALUDOS CORDIALES
MARIO ANDRES CAMPA LANDEROS
TU AMIGO

P.D. PUBLIQUE TU SENTIDO ARTICULO EN NUESTRO PERIODICO
www.diarioalmomento.com
PERDONA EL ATREVIMIENTO
PERO EL MUNDO LO TIENE QUE SABER



Don Fernando Gonzales Mora era un periodista ejemplar, de esos de la vieja escuela que están en extinción, con vocación, astucia, inteligencia y descaro. Era un viejo con voz ronca, enojón, sonriente, sarcástico y dedicado. Siempre usaba gafas de aumento rosadas que me hacían imaginarlo en su época plena, allá por los setentas en los que todo era tan parecido y la gente era tan distinta. Fue la segunda persona en no solo brindarme una oportunidad dentro de las aras del periodismo, me dio su amistad y me acogió como su alumno principal, a lo que puedo decir que toda mi vida estaré profundamente agradecido.

Para muchos será extraño pensar que alguien diga que extrañará a su jefe del trabajo, que le hace triste su muerte y que no tiene más que buenos recuerdos de esa persona. La mayoría de los trabajadores odia a su patrón, ya sea porque es despectivo, odioso, maldoso, perezoso, desentendido o simplemente porque es su jefe y odia su empleo por lo que pensar en su muerte le sacaría una gran sonrisa; sin embargo este no es mi caso, puedo decir que ese gran hombre me enseñó con tal viveza que se ganó mi franca admiración. Si algo me entristece de gran forma sobre todas las cosas es el hecho de la forma en que me enteré de su muerte.
Y es que estos días no he estado para todo el mundo, la verdad que sí; me gusta encerrarme y olvidarme de que en este planeta somos tantos y a la vez tan poco, entonces a momentos deseo ignorar que tengo amigos y de que existo y estoy ahí sin ser yo y por eso guardo silencios. Casi un mes llevo en la ausencia de mi yo social y ayer entré a revisar mi página de facebook, entonces encontré un breve mensaje de mi amigo Sergio Muriel que me decía en no más que tres pares de palabras que Don Fernando había muerto.
Es gracioso pensar en que es la vida en la actualidad y las leyes y tradiciones que se han formado a lo largo de los años como lo son los servicios de perfiles sociales electrónicos. Sirven para conocer gente profesional, amistosa, románticamente, para estar en contacto con gente que quizá no está cerca y ahora, como es mi caso, para enterarte de que alguien no estará más ahí.
¿Qué se ha hecho mi vida que hoy me entero de que alguien murió por mi red social?
Cuando conocí a Don Fernando fue a través de otro gran maestro; el señor Mario Andrés Campa Landeros, otro gran periodista de esos que menciono que ya no existen más, ellos eran amigos quizá con un par de ideas distintas, pero siempre la misma vocación. De ellos aprendí que lo importante no es quien informa, es la noticia en sí, que la firma se gana, que las formas al momento de informar importan y que el periodista es un ser que nace, pero que nunca deja de hacerse. Aquellos hombres me enseñaron que en la vida real no existe tiempo para dar un vistazo a lo aprendido, lo aprendido se debe manejar con maestría y lo demás es improvisar sobre lo imprevisto, me enseñaron que el periodismo es otro tipo de literatura al que no todos se atreven a entrar porque es complicada pero siempre apasionante.
Don Fernando siempre me contó de sus épocas de periodista, cuando se inició y cuando ya estaba avanzado, me enseñó mañas y me dio carácter, me hizo sentir la verdadera naturaleza del periodismo y por ello jamás le olvidaré. De hecho le extrañaré.
Siempre me hizo sentir que yo tendría un gran futuro dentro de esta profesión, me mostró que yo era capaz y no solo eso, también me enseñó la ética del trabajo, me dio las bases para que, si algún día llegaba a ser lo que él creía lo hiciera del modo más correcto. Me habló de lo frecuente y de lo infrecuente, me mostró las situaciones dentro de oficina noticiosa, de eso que debía cuidarme y de lo importante que es para un periodista de verdad tomar decisiones correctas no por dinero ni fama, por profesionalismo.
Me enseñó a mirar críticamente los hechos que acontecían en el mundo de todos y en el mío propio, a bajar de pedestales a los ídolos y a los temidos y a mirarles de frente, a la par; me enseñó a distinguir entre periodistas que se ocupan de informar y de otros que se encargan de ser ellos mismos la noticia. De aquellos que se creen mesías y de otros cuantos que “bajita la mano” hacen el trabajo de informar real. Me abrió los ojos un sinfín de ocasiones sin creerse más que yo, por eso él era un verdadero jefe, jamás se sintió más que otros, en el oficio simplemente demostraba porque era el mismo y a los que sabíamos menos nos enseñaba sin faltarnos en ningún aspecto jamás.
De qué pasará conmigo en esta vida no lo sé, lo que sí puedo decir es que lo que bien sé es gracias a él, ojala muchos jóvenes que van para periodistas hubieran tenido la oportunidad de conocerle, seguramente aprenderían mil cosas, muchos se darían cuenta que van por un camino incierto pero apasionante, otros muchos se quedarían callados y sabrían que el periodista no está ahí para que lo escuchen; que está ahí para decir las cosas -que no es lo mismo- y que la comunicación no es fama y reconocimiento. En cambio, el verdadero periodista estará ahí, quizá en las sombras realizando su labor con entrega y oficio.
El verdadero periodista no está ahí en busca de reconocimientos, los obtiene por méritos reales, su labor es más entregada y detrás de bambalinas, tampoco es ese que sale en la televisión y en el radio y opina a destajo sin darse cuenta de que le están escuchando y que lo que dice quizá tenga peso. Es aquel que muchas veces se traga su pasión y dice las cosas que son le agraden o no. A menudo me enviaba sus artículos a mi correo y yo los leía con gusto y esmero, tratando de aprenderle en cada uno un poco más, me da nostalgia pensar que esto no sucederá otra vez, que el último correo que me envió fue efectivamente el postrimero.
Sin embargo me alegra saber que hace no más que un par de meses cuando leí una columna suya le escribí un breve correo en que le decía que era un maestro y que estaba de acuerdo con un par de cosas que mencionaba. Le dije que por eso mismo yo le consideraba mi mentor y le mandé un abrazo. Su respuesta fue breve y concisa respetando siempre su énfasis en no crecerse ni decrecerse ante las críticas:

“gracias Diego, te sigo leyendo y estamos en contacto. Que estés bien. Un abrazo”.

Hasta algún día Don Fernando.

margot-remi@hotmail.com