jueves, 8 de enero de 2009

Hoy no sale el Sol Parte 4

Capítulo 25

“En medio de mi llanto y dolor, vi como el pueblo donde nací se caía a pedazos consumido por el fuego…”

Esto no me cuadraba, no recordaba haber escrito este capítulo, pero si sabía que ese sueño de mi casa en llamas cuando tenía cinco me había hecho ir a terapia psicológica por seis años, vi como Cenizo, mi perro fue sacado calcinado. Ese perro era mi mejor amigo, cuando conocí a Violeta yo hablaba mucho de él.
Después de un tiempo, cuando el encanto se terminaba ya, me dijo que yo sufría de algún problema por él, me manda al psicólogo. El hijo de puta me hizo bloquearlo casi por completo, ahí empiezan mis líos con Violeta.
Mis reclamos, existen dolores que uno no quiere olvidar pues en ellos están involucradas cosas muy importantes.
Este capítulo también marca la pauta de las visiones de Ike, que comienzan tras un vagar en el desierto cuando se hace vagabundo y es mordido por una culebra, de milagro sobrevive, pero en su agonía, escucha el canto de las estrellas:

“Parezco un espejo, soy plano, reflejo el cielo en mis ojos, viajo entre el frío espacio, estoy ardiendo por dentro. No me toquen que quemo…”

Más adelante decía:

“…si sobreviví, no fue mera casualidad, eran los dioses que me odian, que consideran que aún no me castigan lo suficiente. Que se jodan, los voy a ignorar cuanto más pueda, me tiraré aquí y solo esperare que la sed, tal vez otra serpiente, el Sol o mis fantasmas me acaben.
Soy demasiado simple como para que se fijen en mi mucho más…”

Y al final del capítulo:

“… ya soy el miedo que tenía de niño, ese que se esconde en la oscuridad para descifrar las voces de estas sombras tan ingratas. Me dicen lo que pasará, pero por como me veo nadie me escucha.
Me vuelve loco estar tan loco, esos dioses han tenido eternidades para saber que podría hacerme sufrir más, han dado justo en el blanco…”

El psicólogo al parecer no me ayudó mucho, siento que tiraré mil lágrimas, que escribiré unas cuantas mentiras más y después estaré muy viejo como para ser feliz: mi esposa y yo casi no nos hablábamos ya, me sentía como un estorbo en mi casa, un escritor ex best seller nada bueno en realidad. Que tiene cinco años sin publicar nada, con el miedo de la obra post exitosa, que se vuelve adicto al THC9 para evitar un diálogo razonable con su cabeza, para evitar verdades o mentiras.
No sé que piensa mi mujer, si está conmigo por que siente pena de mi, un desempleado inmaduro al que amó, o porque siente un poco de eso aún. No sé que siento yo, ni que quiero, adonde voy, ni que estoy haciendo. A veces creo que debería por dignidad tomar mis maletas para buscar la felicidad y dejarla a ella ser feliz, pero soy demasiado viejo ya, no sé si exista algo para mí afuera.
Está Iris que es joven y bonita, pero no la quiero, ni tengo historia con ella, el caso de Violeta, al parecer es complicado, mucha historia tenemos, no quiero estar con ella si no la quiero más, pero hace tanto que ni nos miramos a los ojos, que me da miedo imaginar qué nos pasará.
Soy un patán al abismo de los cuarenta, no me toquen, quemo.

El cuento de Sergio

Mi hermano estaba muy cómodo ya en casa, el fin de semana saqué al parque a Paris, le compré muchos dulces para que ya no hablara, pensé sobre qué debía hacer yo.
Traté de retomar confianza en mi capacidad literaria, este libro tenía sus buenos momentos, “el otoño de las rosas” había sido un gran libro según la critica, debía mantener el nivel, sobre todo después de tanto tiempo.
Antes no me habría importado la crítica, pero eran ya cinco años lastimosos de ausentismo literario.
Después debo arreglar mi vida sentimental: saber si Violeta aún seguía siendo la chica de mi vida, si yo seguía siendo algo para ella. Cualquier combinación que resultara debía averiguar.
También sabía que no quería dejar un hijo bastardo como yo lo fui, saber cuál era mi situación con Iris, ojala que todo se arregle.
“j'ai rêve oncle rare!”
Mejor nos vamos de vuelta a casa, Paris va a empezar de rara.
Olía a pasta con champiñones, una botella de vino tinto en medio de la mesa de cuatro, tres copas y un vaso de Ginger ale, cuatro platos grandes y carne en el fondo del horno barnizada con miel y picante.
Definitivamente cocinó Sergio y no Violeta.
Ella sale con su madura edad vestida elegante y sobria, su cuello fino viste las perlas de tres años de casados que le regalé, color guinda como el vino, con los labios bañados de un brillo afrodisíaco. Tacones altos elegantísimos, Sergio tras de ella con su traje gris y una corbata que hacia juego con Violeta. La música que suena es Schubert, apagan las luces y prenden las velas.
Yo vestía conjunto deportivo, con tenis sucios y todo, ad hoc no estaba para la extraña ocasión.
La niña dijo a su padre que tiene sueño, la lleva a dormir y sirven la cena.
Estoy demasiado sorprendido, no sé si vestirme como ellos o si el asunto es privado, me quedo de pie hasta que Sergio me invita a sentarme.
Violeta ni me mira, hasta sus comentarios ignoran mi presencia, de los nervios me froto el mentón y me doy cuenta que mi barba ha crecido.
Estoy algo encorvado de vergüenza, entonces Sergio toca su copa con un tenedor:

“Quiero comentarles que me vana a publicar un libro: ¡hermano seremos colegas!”

Y yo me quedé aterido, el teléfono sonó y nadie lo contesta. Este hombre en toda su vida había mostrado interés artístico, hoy resultaba un escritor de closet, después nos dio una hoja a mi esposa y a mí en la que tenía el siguiente escrito:


Puta

Sergio P.

Soy muy joven y perverso, miro a las mujeres con un deseo espantoso, las quiero poseer, pienso en cómo son sus pies, sus pechos y su abdomen.
Estoy resentido hoy, mi novia me mandó al carajo, es una boba conservadora que teme a la novedad. Me cortó por no querer sexo anal.
Entonces con todo mi resentimiento busco una puta en la calle, hoy tenemos fiesta con mi mejor amigo, la contrato y le digo las bases:

Te voy a humillar frente a mis amigos, te gritaré, te haré basura.
Después te cogeré como y por donde a mi se me dé la gana.
Te doy el resto del pago al final.
Te pondré los nombres que quiera.
Tú no me puedes reclamar nada.

Le enseño un fajo gordo de billetes, más de los que ganará en casi todo el mes.
En la fiesta la manoseo, le digo que se calle, la trato de estúpida y de zorra. Soy el rey entre mis conocidos, ella se aguanta y baja la cabeza, más entrada la madrugada en voz alta le ordeno que vayamos a coger, soy un adonis poderoso con el corazón aún roto.
Y me la tiro por todos lados.
Al final saco el resto del dinero, antes de que ella lo tome le pregunto sonriendo: ¿te sientes mal?
Ella alza la cabeza, tiene una lágrima en la mejilla: “pinche loco”
Se va y en el pasillo suelta una carcajada.
La muy puta me pega su
SIDA, se vengó, pero yo no me quedaré como imbecil.
Voy con mi ex novia y cuando abre la puerta la tiro a la cama, no me la cogeré; el anal no me gustó nada.
Pero le voy a pegar hasta que mi mano sangre y le pegue mi SIDA.
Verá la muy puta mañana.
Y me quedo callado como si siguiera leyendo, está loco el cabrón, me da miedo y duerme en mi casa. Toda esa semana me pide mi opinión sobre su obra, yo me escudo detrás del porro, digo tonteras para que me piense muy viajado.
Pobre Paris, ¿que será de su vida?



de hecho son dos partes, pero esta última es divertida y fea.
REmi

2 comentarios:

s. s. dijo...

fea... mmm, eso de lo feo, insistimos ah...
ja, saludos.

REmi dijo...

si, la verdad cada que leo esta parte, sergio termina siendo un pesado.
(por eso de la falta de respeto a la labor).
Cuando escribí esta me divertí mucho.