Entró en su habitación, lento, pero sin la menor perturbación, deseoso, maldito y obeso. Sonreía y el niño no sabía que hacer, solo fingir que seguía durmiendo, la noche se tornaba más obscura, las siluetas menos delineadas, la Luna desaparecía tras una malévola sonrisa. Era otra noche para llorar.
Entonces la cobija bajaba lentamente, su padre se acostaba a sus espaldas y después lo manoseaba aunque llorara, su padre jamás conoció el no. Un halo apestoso se hacia presente, lo más espantoso de todo se disipaba antes de suceder.
Entonces despertaba como muchas noches: apretando sus largas uñas, cerrando sus puños hasta que estos sangraban, orinado a sus diez y siete años de edad. Hasta que la amarga noche lo hacía caer dormido nuevamente por el cansancio de su lloriqueo.
Existían horribles recuerdos eternos aún, para el.
Un día como hoy
Ike, callado, burla del mundo tan grande, tan inmenso, tan espantoso se sentaba diario hasta atrás queriendo desaparecer del todo, queriendo ser nada, queriendo desafiar esa ley de antimateria, preguntando, deseando saber como desaparecer completamente. Un círculo de farsantes, odiosos, malditos adolescentes intransigentes y crueles de los que era victima día tras día, lo hacia menos: ¿cómo no temerle al mundo? si el mundo te desprecia por temerte a ti.
Y joven, enamorado, miraba a la chica de su corazón, aquella en la cual pensaba cuando lloraba, aquella que con solo una sonrisa hubiera logrado calmar las aguas, una completa desconocida a la que miraba por ya mucho tiempo, aquella que deseaba jamás tener contacto con el.
Una tarde más en la que el reloj de pared avanzaba lento, horas más en las que Ike ignoraba a su total vida, en la que lo único que lo mantenía despierto, ausente a su dolor puro, era el lento disiparse del haz de luz que entraba en la ventana, las miradas esporádicas a María, aquella ingrata y eterna que jamás volteaba, ni por accidente. El nunca saber las respuestas, ni una, el deseo de ser otro. Y entonces piensa: jamás me han besado, y eso, aunque pequeño, lo habría cambiado todo, nadie lo veía con amor, eso de su padre, definitivamente no era amor.
Y empieza de nuevo a golpear con la pluma la mesa, recostado sobre la paleta, mirando el reloj, a María, al maestro, a los muchachos que le aventaban cosas, al sol que ya casi moría. Entonces el maestro le pide que guarde silencio, tiene que ver la lista para saber su nombre, y eso que el año esta a punto de terminar. En verdad, jamás habló mucho, y le pedían que guardara silencio.
Entonces va al baño y se mira al espejo: Ike es horrible piensa, por eso su padre lo odia, por eso su madre se ha muerto, también le avientan cosas, lo golpean, lo ignoran y hasta a veces deja de existir, y se pone a llorar. Un poquito, para que nadie se de cuenta que tarda mucho, si alguien acaso lo hace.
Y recorre el pasillo, escucha sus pasos uniformes, huecos, ve el piso: de ajedrez y limpio, en la puerta del salón está su profesora con el director. Ese chico es un problema dicen, sabe que hablan del pésimo Ike.
Llaman a su padre, y espera en la oficina, nada asustado, pero con un dolor en el pecho, su alma llora, no solo es nada, también es un problema; golpea nuevamente con la pluma, es un tic nervioso que molesta al director, le pide nuevamente silencio y en ese momento, baja la vista, no quiere que vean esas lágrimas que están al abismo respirando por salir, no quiere que lo vean sufrir.
Su padre de nuevo, obeso y maldito, lo mira deseoso, lo toma del cabello y en ese momento las lágrimas se ven recorriendo sus mejillas, el director parece disfrutarlo y le habla a Sergio sobre el hijo tan canalla que tiene. Hipócrita, el hijo de puta lo tacha en su cara, Ike jamás le hizo nada, parecía un plan que le impediría tener siquiera un amigo.
Se siente triste, no tiene más que decir, no piensa en otra cosa, un dolor que crece más rápido que nunca lo inunda, es mucho dolor, se siente lento y torpe, tiene hambre, y odio también. Hambre y dolor en el estómago.
Su padre se lo lleva temprano a casa, otra noche de lágrimas…
La premeditación
Despierta con esa salinidad en las mejillas, las lágrimas ya no le saben tan bien como antes, no relajan, son más pesadas, más grandes y cansadas cada vez. Su cabeza esta caliente, tiene rabia; esa ira es lo que crecía poco a poco se da cuenta, al fin tiene algo sin dudar.
Y entonces va a la habitación de su padre, jala el cajón prohibido y ve el viejo revólver del abuelo, lo toma, lo mira mucho tiempo en sus manos. Es la única memoria del abuelo, con este mismo él se dio un tiro en la sien, estas balas guardan su alma. El aire se hace denso, escucha voces en su interior, la habitación esta semioscura, poca luz entra por un resquicio escondido, sentado en la cama, se mira y se queda perplejo. Se da cuenta que no quiere suicidarse. Entonces comienza a llover, se siente incapaz de hacer algo, se siente un cobarde, no sabe que hacer con ese odio. Esos ojos furiosos ya no desaparecen cuando ve el espejo.
Se va a dormir, quiere esa noche soñar con María, a pesar de su padre esta no será una noche de lágrimas.
La metamorfosis
Una mariposa volaba esa mañana en círculos en el patio, la mañana es muy húmeda, muy fría, se escucha a una cigarra cantando en algún lado, anoche Ike tuvo un sueño hermoso que hoy va a convertir en realidad.
Una mañana hermosa, es muy temprano, va a la habitación de su padre, Sergio duerme en la cama de Ike aún, el niño va al cajón prohibido, quiere hacer sus sueños realidad y sonríe cuando ve el espejo, se va a convertir en lo que siempre ha soñado. Va a ser libre.
En ese momento no escucha nada, solo siente paz, todo va en cámara lenta, disfruta cada instante. Entonces lo mira, obeso y detestable, jala la cortina para que ese hermoso viento matutino entre de tajo, su padre despierta, intenta no salir de su sueño cubriéndose el rostro, Ike sabe que tiene que despertar. No dice nada, lo ve con esa herencia en mano y Sergio acepta su destino, lo esperaba, aunque no tan pronto. A sus espaldas, el niño deja la imagen más hermosa que jamás había imaginado, un río de color carmín, el olor a pólvora, la cara de espanto. Se tomará un baño, decide, para salir a cumplir su sueño.
Al salir, tiene una manzana en mano, hace mucho no sentía el pecho descongestionado, la fruta es jugosa, a eso deben saber los labios de María, siempre lo ha creído al menos. Respira hondo, el rocío esta hermoso, el sol que se asoma también, camina a la escuela, tiene mucho tiempo para ver esas calles, esas que ahora ya no parecen espantosas grietas. Ve muchas mariposas, ve a la gente apareciendo poco a poco.
La escuela se le hace pequeña, apenas abre, es martes, el menos espantoso de todos, espera la llegada del director, es paciente, esta contento.
Esta vez no hace ningún ruido molesto, espera callado, con buena cara, como jamás lo habían visto, el señor entra con su eterno mostacho, llega de malas, Ike le enseña buenos modales, desafortunadamente lo que le entra por un oído le sale por el otro. Se da cuenta que el color carmín es su favorito, tanto tiempo que desperdició sin saber eso.
En el salón, están todos, por primera vez, se percatan de su llegada, no tenía un día más feliz que este: su maestra lo mira fijamente, sus compañeros también, lo miran porque ese día no debería estar ahí, son los quince minutos de fama de Ike y no los piensa desperdiciar. Comienza a correr carmín, se detiene con María, disfruta, que al fin lo vea, esa mirada es de asombro. Está más enamorado que nunca. Corre carmín de ella también, se le queda viendo, y con vergüenza, con sutileza se acerca, su corazón palpita como nunca, está a punto de cumplir su sueño, ella está hermosa, inmóvil, parece que también lo desea, la besa. Adiós María, piensa y se va a su casa, lleva en sus labios ese hermoso néctar, no sabía que los besos fueran tan bellos.
Y entonces se va, muy contento, ya no tiene rabia, ya besó, María lo miró, y sabia que nada más malo podía pasar. Le da las gracias a su abuelo y camina tanto, que llega a calles desconocidas, ya tiene un buen rato que no ve mariposas.
El sueño
Al fin del día, ve el atardecer en las afueras de la ciudad, tiene sus pies cansados, quiere dormir, tiene hambre y no le duele el estómago, está exhausto, quiere dormir. La culpa no roza su conciencia ni un segundo. Esa noche tiene el mejor de los sueños, lo cobijaban hermosas estrellas, mañana, sería otro gran día.
Blablabla.Si este no es de Hoy no sale el Sol
REmi
jueves, 29 de enero de 2009
jueves, 22 de enero de 2009
Hoy no sale el Sol parte VII
El plan de conquista y la llegada de Miguel
El capítulo 35 habla de la noche antes de la boda de Ike, cuando lo leo recuerdo justo todo aquello que me fascinó de Violeta, llamada en mi historia Priscila, en ese personaje junto a las mujeres de las que recuerdo nombre y aroma. Todo sería más fácil así, pero sueno detestable con tan solo pensarlo:
“La noche ocultaba un poco de ilusión, un tanto de nostalgia, mi pecho estaba a punto de colapsarse por la imagen que mañana podría hacerse presente.
Mi corazón palpitaba desenfrenado, estaba caliente, cada vez más, mis lágrimas cuando salían parecían evaporarse, tenía que salvarla, esta historia no tenía que ocurrir”.
Pero Ike no lo lograba:
“Ella no estaba en casa esa noche, la busqué como loco, hasta debajo de las piedras, gritando en la calle y nunca me contestaba.
Ojala que mañana la vea antes de que ocurra, me quedo tirado en la banqueta de su casa. Cuando amanece ella no llegó.”
Y suena el timbre de la casa, esta lectura me perturba, mejor abriré, puede que sean muestras gratis de algún producto tóxico, una carta de Violeta, las mismísima Iris o Gabriel.
No, es Miguel el editor con cara de cárcel y aroma a tequila.
Está muy ebrio como para ponerse digno, al menos eso está bien, pienso y de forma inusitada, inesperada, me da un abrazo fuerte. Se suelta a llorar.
“¿Quién es?”- Me grita Sergio
“Mi jefe”- le contesto
Me dice mucho, lo oigo muy poco, estoy más nervioso por el momento que me pregunte del avance de que me cuente preocupado por su vida.
Resulta que lo van a correr de la editorial si no publica otro éxito; se une al club de Gabriel y mío. Su esposa lo dejó hace dos meses.
En ese instante ya siento un poco de camaradería por el, no sabe adonde se fue Lucrecia, puede que todas las esposas estén en el mismo lado hablando mal de nosotros, claro, en un sentido poético y sarcástico.
Cuando Sergio pretende salir a la sala e integrarse a la plática, decido que es mejor que vayamos con Gabriel. Antes de salir del departamento pregunto a Sergio el paradero de Violeta; a lo que el cabrón malagradecido me responde que es mi esposa, no suya.
Miguel recoge ya unos cuantos kilos de hojas de mi bíblico libro, lo dejaré, no voy a huir más.
En casa de Gabriel todos los adornos han desaparecido, huele a comida echada a perder y cerveza, en el cenicero las bachas de porros que nos hemos fumado estos días, aún está la cerveza que no me terminé en la mesita de centro.
Una caja de cereal rancio a medio comer frente al televisor, Gabriel ebrio y deprimido, otro cuarentón patán y canalla del montón.
“traigo dos botellas de tequila en mi carro”- dice Miguel
Entonces nos las empezamos a beber.
Horas después ya éramos hermanos, sabíamos la vida del otro a la perfección, el único con empleo aquí lo odiaba, estábamos solos, sin rumbo fijo ni historia. Parecíamos adolescentes, pero nos veíamos más patéticos, panzones, medio calvos y arrugados.
“¿Me darás el avance de la novela?” – Me pregunta Miguel
¿De que trata la novela?” –Me dice Gabriel
Yo me quedo callado, tomo tequila, tengo las venas y las lágrimas a punto de salir, lloraré como un niñito, eso lo sé.
“es muy larga, ¿ya la terminaste?”-Me dice Gabriel
“El otoño de las rosas era muy breve te aseguro que esta será un éxito más” –Miguel que no se calla.
“¿Cual es el tema de la novela?” –Otra vez Gabriel
“Deberíamos preocuparnos primero por nuestras vidas y nuestras esposas” –Digo cruelmente
“Odio a la mía, me preocuparé cuando me llegue la demanda del divorcio” –Miguel
“Se fue con su amante de hace tres años”-Gabriel
“yo amo a la mía” –Les contesto
“Pero no sé adonde está”
¿Qué le pasa al mundo?, todos se engañan, se olvidan y se pierden en sentimientos insulsos y torpes. Todos somos un gran club de perdedores conformistas.
Entonces se escucha el silencio, ese incómodo que a menudo se ríe en su percepción de las situaciones. Todos renombran su vida en cabeza quieta, Miguel ama a su esposa también, pero no quiere dar más pena de la que ha mostrado hoy, esta cansado de hacerlo por todos lados. De rodillas le rogó a Lucrecia que no lo abandonara, con todo y sus canas prematuras y lentes de fondo de botella.
Lástima es el último adjetivo que ella le dijo: “Me das lástima”
Gabriel se casó sin saber porque, fue una tontería de la juventud, un error que lo absorbió hasta los cuarenta años. Todo ese tiempo miró a otras mujeres con deseo, al principio ellas a él también, el matrimonio solo le sirvió para ganarse un gesto más pesado del que tenía antes. Se está quedando calvo, está mas relleno y su mirada busca la muerte que se aproxima.
Desde hace años ninguna mujer lo mira con deseo, Soledad tampoco, no con deseo, ni con amor, ni cariño, parece una muñeca estúpida que está ahí porque debe.
Lo trata como idiota, le daba de comer cosas que él odiaba, le pedía dar gracias a Dios hasta por el sexo que tendrían, por eso fingió este último año que tenía disfunción eréctil. Esa mujer le arruinó la vida.
Y conmigo el alcohol había dado resultado: es cierto que los borrachos y los niños dicen siempre la verdad. Antes de que me fuera a dejar de perder al tiempo con ellos, desempatan la idea, de que si uno de nosotros puede ser feliz, vale la pena ayudarle.
El alcohol es mágico, no deberían estigmatizarlo.
Si, pinches "estereotipos" jajaja ¡¡¡buh!!!
REmi
El capítulo 35 habla de la noche antes de la boda de Ike, cuando lo leo recuerdo justo todo aquello que me fascinó de Violeta, llamada en mi historia Priscila, en ese personaje junto a las mujeres de las que recuerdo nombre y aroma. Todo sería más fácil así, pero sueno detestable con tan solo pensarlo:
“La noche ocultaba un poco de ilusión, un tanto de nostalgia, mi pecho estaba a punto de colapsarse por la imagen que mañana podría hacerse presente.
Mi corazón palpitaba desenfrenado, estaba caliente, cada vez más, mis lágrimas cuando salían parecían evaporarse, tenía que salvarla, esta historia no tenía que ocurrir”.
Pero Ike no lo lograba:
“Ella no estaba en casa esa noche, la busqué como loco, hasta debajo de las piedras, gritando en la calle y nunca me contestaba.
Ojala que mañana la vea antes de que ocurra, me quedo tirado en la banqueta de su casa. Cuando amanece ella no llegó.”
Y suena el timbre de la casa, esta lectura me perturba, mejor abriré, puede que sean muestras gratis de algún producto tóxico, una carta de Violeta, las mismísima Iris o Gabriel.
No, es Miguel el editor con cara de cárcel y aroma a tequila.
Está muy ebrio como para ponerse digno, al menos eso está bien, pienso y de forma inusitada, inesperada, me da un abrazo fuerte. Se suelta a llorar.
“¿Quién es?”- Me grita Sergio
“Mi jefe”- le contesto
Me dice mucho, lo oigo muy poco, estoy más nervioso por el momento que me pregunte del avance de que me cuente preocupado por su vida.
Resulta que lo van a correr de la editorial si no publica otro éxito; se une al club de Gabriel y mío. Su esposa lo dejó hace dos meses.
En ese instante ya siento un poco de camaradería por el, no sabe adonde se fue Lucrecia, puede que todas las esposas estén en el mismo lado hablando mal de nosotros, claro, en un sentido poético y sarcástico.
Cuando Sergio pretende salir a la sala e integrarse a la plática, decido que es mejor que vayamos con Gabriel. Antes de salir del departamento pregunto a Sergio el paradero de Violeta; a lo que el cabrón malagradecido me responde que es mi esposa, no suya.
Miguel recoge ya unos cuantos kilos de hojas de mi bíblico libro, lo dejaré, no voy a huir más.
En casa de Gabriel todos los adornos han desaparecido, huele a comida echada a perder y cerveza, en el cenicero las bachas de porros que nos hemos fumado estos días, aún está la cerveza que no me terminé en la mesita de centro.
Una caja de cereal rancio a medio comer frente al televisor, Gabriel ebrio y deprimido, otro cuarentón patán y canalla del montón.
“traigo dos botellas de tequila en mi carro”- dice Miguel
Entonces nos las empezamos a beber.
Horas después ya éramos hermanos, sabíamos la vida del otro a la perfección, el único con empleo aquí lo odiaba, estábamos solos, sin rumbo fijo ni historia. Parecíamos adolescentes, pero nos veíamos más patéticos, panzones, medio calvos y arrugados.
“¿Me darás el avance de la novela?” – Me pregunta Miguel
¿De que trata la novela?” –Me dice Gabriel
Yo me quedo callado, tomo tequila, tengo las venas y las lágrimas a punto de salir, lloraré como un niñito, eso lo sé.
“es muy larga, ¿ya la terminaste?”-Me dice Gabriel
“El otoño de las rosas era muy breve te aseguro que esta será un éxito más” –Miguel que no se calla.
“¿Cual es el tema de la novela?” –Otra vez Gabriel
“Deberíamos preocuparnos primero por nuestras vidas y nuestras esposas” –Digo cruelmente
“Odio a la mía, me preocuparé cuando me llegue la demanda del divorcio” –Miguel
“Se fue con su amante de hace tres años”-Gabriel
“yo amo a la mía” –Les contesto
“Pero no sé adonde está”
¿Qué le pasa al mundo?, todos se engañan, se olvidan y se pierden en sentimientos insulsos y torpes. Todos somos un gran club de perdedores conformistas.
Entonces se escucha el silencio, ese incómodo que a menudo se ríe en su percepción de las situaciones. Todos renombran su vida en cabeza quieta, Miguel ama a su esposa también, pero no quiere dar más pena de la que ha mostrado hoy, esta cansado de hacerlo por todos lados. De rodillas le rogó a Lucrecia que no lo abandonara, con todo y sus canas prematuras y lentes de fondo de botella.
Lástima es el último adjetivo que ella le dijo: “Me das lástima”
Gabriel se casó sin saber porque, fue una tontería de la juventud, un error que lo absorbió hasta los cuarenta años. Todo ese tiempo miró a otras mujeres con deseo, al principio ellas a él también, el matrimonio solo le sirvió para ganarse un gesto más pesado del que tenía antes. Se está quedando calvo, está mas relleno y su mirada busca la muerte que se aproxima.
Desde hace años ninguna mujer lo mira con deseo, Soledad tampoco, no con deseo, ni con amor, ni cariño, parece una muñeca estúpida que está ahí porque debe.
Lo trata como idiota, le daba de comer cosas que él odiaba, le pedía dar gracias a Dios hasta por el sexo que tendrían, por eso fingió este último año que tenía disfunción eréctil. Esa mujer le arruinó la vida.
Y conmigo el alcohol había dado resultado: es cierto que los borrachos y los niños dicen siempre la verdad. Antes de que me fuera a dejar de perder al tiempo con ellos, desempatan la idea, de que si uno de nosotros puede ser feliz, vale la pena ayudarle.
El alcohol es mágico, no deberían estigmatizarlo.
Si, pinches "estereotipos" jajaja ¡¡¡buh!!!
REmi
sábado, 17 de enero de 2009
Hoy no sale el Sol Parte 6
En busca del Romance
(Ojo, escribí Romance con R mayúscula)
Soñé que salía de viaje rumbo al norte, que pasaba por Texas, ese lugar lo visité a los ocho años y me divertí como loco.
Quiero volver a ir, en mi cuenta del banco ya tengo poco dinero, muy poco.
Casi todo se me ha ido en comprar cervezas, comida rápida, mis revistas tontas y mi marihuana ilegal.
Modestamente lo hice rendir, quiero sentirme joven de nuevo, viajar por aventura, irme con amor en el pecho, con amigos y sin destino.
Solo tengo un amigo: Gabriel, no sé si tengo amor en mi vida, mi vida no tiene destino, en eso sigo igual que de joven. Me vería muy “coqueto” aventurándome como joven a mi edad.
Aún tengo un poco de soñador, eso lo demuestra mi esperanza a creer que me espera algo mejor, aún a mi edad y como me veo.
Creo que si le cuento de esto a alguien me vería con tristeza, me dirían inmaduro, patán, mantenido, canalla.
Pobre diablo, unos cuantos insultos que me los guardo. No quiero ser como Gabriel, buscaré a Iris para arreglar mis dudas, lo intentaré de nuevo con Violeta.
Si es que vuelve, ¡qué fácil suena!
Cuando vuelvo a casa Paris me grita:
“Un Chat! Je veux un Chat!”
Ahora si le entiendo, esta niña quiere un gato y yo con mi bobo ánimo de rejuvenecido, sin pensarlo grito al fondo del departamento a Sergio que iré a pasear con Paris.
“aja”- Me contesta
Y me llevo a Paris a la tienda de mascotas, le compraré un gato, al menos si a alguien puedo hacer feliz lo haré.
Cuando entramos me mira, veo su gran sonrisa, salta emocionada, grita y corre por todos lados. Ve gatos de todos los colores y habla con ellos:
“¿tu te quieres venir conmigo?”
El trabajador del lugar se me acerca: “le entregamos certificado de autenticidad si se lo lleva, además le registramos con su nombre en un acta de adopción, su hija estará muy contenta”.
Escoge una gata fea que parece mapache, llora más que los otros animales.
“¿cómo se llamará amor?”-le pregunta el trabajador a Paris
“Salvador” – Le dice la insolente niña
“Es niña como tú”- Le dice el trabajador
“¡Salvador se va a llamar, es mía, no tuya!” – Paris le contesta
El trabajador me mira y sonríe, yo estoy desconcertado.
“¿a nombre de quién la nota?- Me pregunta
Sin levantar la vista y rascándome la ceja le contesto en voz baja:
“Salvador Platas” –Esta niña me asusta, le puso a su gata mi nombre.
Para Sócrates mi gato fantasma...
REmi
(Ojo, escribí Romance con R mayúscula)
Soñé que salía de viaje rumbo al norte, que pasaba por Texas, ese lugar lo visité a los ocho años y me divertí como loco.
Quiero volver a ir, en mi cuenta del banco ya tengo poco dinero, muy poco.
Casi todo se me ha ido en comprar cervezas, comida rápida, mis revistas tontas y mi marihuana ilegal.
Modestamente lo hice rendir, quiero sentirme joven de nuevo, viajar por aventura, irme con amor en el pecho, con amigos y sin destino.
Solo tengo un amigo: Gabriel, no sé si tengo amor en mi vida, mi vida no tiene destino, en eso sigo igual que de joven. Me vería muy “coqueto” aventurándome como joven a mi edad.
Aún tengo un poco de soñador, eso lo demuestra mi esperanza a creer que me espera algo mejor, aún a mi edad y como me veo.
Creo que si le cuento de esto a alguien me vería con tristeza, me dirían inmaduro, patán, mantenido, canalla.
Pobre diablo, unos cuantos insultos que me los guardo. No quiero ser como Gabriel, buscaré a Iris para arreglar mis dudas, lo intentaré de nuevo con Violeta.
Si es que vuelve, ¡qué fácil suena!
Cuando vuelvo a casa Paris me grita:
“Un Chat! Je veux un Chat!”
Ahora si le entiendo, esta niña quiere un gato y yo con mi bobo ánimo de rejuvenecido, sin pensarlo grito al fondo del departamento a Sergio que iré a pasear con Paris.
“aja”- Me contesta
Y me llevo a Paris a la tienda de mascotas, le compraré un gato, al menos si a alguien puedo hacer feliz lo haré.
Cuando entramos me mira, veo su gran sonrisa, salta emocionada, grita y corre por todos lados. Ve gatos de todos los colores y habla con ellos:
“¿tu te quieres venir conmigo?”
El trabajador del lugar se me acerca: “le entregamos certificado de autenticidad si se lo lleva, además le registramos con su nombre en un acta de adopción, su hija estará muy contenta”.
Escoge una gata fea que parece mapache, llora más que los otros animales.
“¿cómo se llamará amor?”-le pregunta el trabajador a Paris
“Salvador” – Le dice la insolente niña
“Es niña como tú”- Le dice el trabajador
“¡Salvador se va a llamar, es mía, no tuya!” – Paris le contesta
El trabajador me mira y sonríe, yo estoy desconcertado.
“¿a nombre de quién la nota?- Me pregunta
Sin levantar la vista y rascándome la ceja le contesto en voz baja:
“Salvador Platas” –Esta niña me asusta, le puso a su gata mi nombre.
Para Sócrates mi gato fantasma...
REmi
martes, 13 de enero de 2009
Hoy no sale el Sol Parte cinco
El editor
Gabriel toca la puerta, es una mala noticia, de las que siempre estoy huyendo, el editor Miguel Gómez viene la a ciudad en dos días, viernes. La carta suena desesperada y triste, me da pereza y miedo leerla más a fondo:
Salvador:
Me urge encontrarte; desde hace cinco años no edito ni un solo éxito, creo que perderé mi trabajo, pero tengo fe en ti.
Creo que nunca estas en casa, pero espero que recibiendo esta correspondencia me sea más fácil hallarte en cuanto arribe a la ciudad.
Me urge un adelanto para la editorial.
Bueno, eso era en resumidas cuentas…
Gabriel me invita una cerveza, Violeta me mira recelosa, cuando cierro la puerta, las paredes mal fabricadas del complejo permiten que escuche: “¿desde cuando esos dos se tratan?”
Si, yo soy para ella uno de esos dos.
El departamento está algo sucio, casi todos los adornos han desaparecido, Soledad al parecer no volverá.
¿Cómo has estado Salvador?- Me pregunta
¿Mal, tú?- Le contesto
Peor- Me dice y nos echamos a reír
Esa tarde pasa la pesadumbre de lo que se viene, trabajaré en mi libro hasta la madrugada, ahora me embriagaré con mi único amigo, hablaremos mal de nuestras esposas. Pero del amor, guardaremos silencio un buen rato y la tensión pasará gracias al bendito porro.
Nuevamente me preguntará sobre mi extenso libro y daré una prórroga a esa plática.
Es un tema con el que no me quiero enfrentar.
A las diez de la noche, con cerveza y frituras en el estómago volveré a casa, Paris está dormida, Violeta no se encuentra en casa y Sergio no sabe adonde fue. Está acostado en el sillón viendo un drama televisivo: “esta historia es muy buena”, me comenta.
Me sirvo del cereal que Paris desayuna todos los días antes del colegio, Retomo mi lectura.
Si Miguel quiere un adelanto lo tendrá, no quiero leer la carta a fondo, sonaba muy desesperado.
Capítulo 32
“… la esperanza juega con mi corazón…”
Esto suena demasiado cursi, creo que en ese entonces no me acostumbraba aún al alejamiento de Violeta hacia mí, o de mí hacia ella.
Y continúa:
“… al parecer es volátil, se viene y se va como si me dijera que no estoy aquí para pensarlo muy bien todo. Ayer soñé con una mujer hermosa, me besaba apasionadamente mientras bailábamos un vals de bodas, yo no me veo pobre, ni triste, no parezco yo mismo.
Después ella cae muerta y veo carmesí en mis manos, su sangre tibia, aún con su calor vital escurre en mis manos. Está pálida, se me va de mi lado, me veo llorando, de coraje y de tristeza, sombras corren a lo lejos y yo voy detrás de ellas.
Con los puños limpios los voy a hacer pedazos, vuelve a mí esa furia, esa fiebre con la que quemo. No me toquen, quemo.
Y justo ahora, una mujer idéntica a la de mi sueño camina por la calle, me tira una moneda y me sonríe. No se si me gusta esta sensación, hace tanto que nadie me sonríe, no quiero que se muera.”
Creo que hablaba de Iris, cuando la volví a encontrar en el mismo bar que años antes frecuentaba y me permitió conocerla, reposaba su delgado y largo cuerpo en la barra buscando algo que yo le di. Que no mienta, ella no necesitaba amor esa noche.
Tenía la vista en espera de algo distinto, un brillo, una cara que saliera de lo común, yo la vi y decidí arriesgarme antes de que la encontrara, soy un mal hombre.
Soy un canalla con extraña suerte en el sexo, pero algo si sé. Esta suerte la pago con todo lo demás y no es que quiera sonar dramático.
Los hechos hablan por si solos, la novela también, la premeditación de lo que ocurrirá, es como si yo supiera ya que la tormenta se viene y no hiciera nada por evitarla.
Buscaré a Iris, quiero saber si voy a ser padre.
No quiero otro bastardo en el mundo, no como yo.
Pero eso será mañana, más bien al rato, creo que el libro se trata de saber el futuro sin poder evitarlo, de un chico premeditado al desastre.
O una historia de desamor muy trágica; un poco de todas, o de nada de esto, seguiré leyendo después.
Y me duermo en la sala nuevamente, pienso en Miguel, mi editor, hace tanto que ni nos vemos, siempre supe que este momento llegaría. No sabía que sería “tan pronto”.
Al final del capítulo tiene la siguiente frase:
“…soy poseso del amor nuevamente, si a este acto físico lo llaman así, siento que la estoy protegiendo, aunque estoy consciente de que ella me protege más a mi. Su corazón late fuerte, su cabeza reposa en mi pecho, escucha mi corazón.
Yo siento el suyo en mi estómago, me revuelve las entrañas saber que nos casaremos y que ella morirá, no se lo merece, haré lo posible por evitarlo.”
Si, solo lo posible, así de pésimo era yo desde niño, y no hablo de Ike, hablo de Salvador. Si no es posible, ¿para qué me esfuerzo?
Y me quedo en silencio, Violeta no vino esta noche, siento tristeza, miedo y celos. También un poco de nostalgia y soledad, mi estómago casi vacío, un menú muy feo.
Tengo la certeza de que me lo merezco.
Estoy harto de culparme y resignarme toda la vida, también de este departamento.
Creo que me estoy aletargando mucho, desde hace unos diez años, yo siempre con mis calmas.
Y ajá (cof cof)
Gabriel toca la puerta, es una mala noticia, de las que siempre estoy huyendo, el editor Miguel Gómez viene la a ciudad en dos días, viernes. La carta suena desesperada y triste, me da pereza y miedo leerla más a fondo:
Salvador:
Me urge encontrarte; desde hace cinco años no edito ni un solo éxito, creo que perderé mi trabajo, pero tengo fe en ti.
Creo que nunca estas en casa, pero espero que recibiendo esta correspondencia me sea más fácil hallarte en cuanto arribe a la ciudad.
Me urge un adelanto para la editorial.
Bueno, eso era en resumidas cuentas…
Gabriel me invita una cerveza, Violeta me mira recelosa, cuando cierro la puerta, las paredes mal fabricadas del complejo permiten que escuche: “¿desde cuando esos dos se tratan?”
Si, yo soy para ella uno de esos dos.
El departamento está algo sucio, casi todos los adornos han desaparecido, Soledad al parecer no volverá.
¿Cómo has estado Salvador?- Me pregunta
¿Mal, tú?- Le contesto
Peor- Me dice y nos echamos a reír
Esa tarde pasa la pesadumbre de lo que se viene, trabajaré en mi libro hasta la madrugada, ahora me embriagaré con mi único amigo, hablaremos mal de nuestras esposas. Pero del amor, guardaremos silencio un buen rato y la tensión pasará gracias al bendito porro.
Nuevamente me preguntará sobre mi extenso libro y daré una prórroga a esa plática.
Es un tema con el que no me quiero enfrentar.
A las diez de la noche, con cerveza y frituras en el estómago volveré a casa, Paris está dormida, Violeta no se encuentra en casa y Sergio no sabe adonde fue. Está acostado en el sillón viendo un drama televisivo: “esta historia es muy buena”, me comenta.
Me sirvo del cereal que Paris desayuna todos los días antes del colegio, Retomo mi lectura.
Si Miguel quiere un adelanto lo tendrá, no quiero leer la carta a fondo, sonaba muy desesperado.
Capítulo 32
“… la esperanza juega con mi corazón…”
Esto suena demasiado cursi, creo que en ese entonces no me acostumbraba aún al alejamiento de Violeta hacia mí, o de mí hacia ella.
Y continúa:
“… al parecer es volátil, se viene y se va como si me dijera que no estoy aquí para pensarlo muy bien todo. Ayer soñé con una mujer hermosa, me besaba apasionadamente mientras bailábamos un vals de bodas, yo no me veo pobre, ni triste, no parezco yo mismo.
Después ella cae muerta y veo carmesí en mis manos, su sangre tibia, aún con su calor vital escurre en mis manos. Está pálida, se me va de mi lado, me veo llorando, de coraje y de tristeza, sombras corren a lo lejos y yo voy detrás de ellas.
Con los puños limpios los voy a hacer pedazos, vuelve a mí esa furia, esa fiebre con la que quemo. No me toquen, quemo.
Y justo ahora, una mujer idéntica a la de mi sueño camina por la calle, me tira una moneda y me sonríe. No se si me gusta esta sensación, hace tanto que nadie me sonríe, no quiero que se muera.”
Creo que hablaba de Iris, cuando la volví a encontrar en el mismo bar que años antes frecuentaba y me permitió conocerla, reposaba su delgado y largo cuerpo en la barra buscando algo que yo le di. Que no mienta, ella no necesitaba amor esa noche.
Tenía la vista en espera de algo distinto, un brillo, una cara que saliera de lo común, yo la vi y decidí arriesgarme antes de que la encontrara, soy un mal hombre.
Soy un canalla con extraña suerte en el sexo, pero algo si sé. Esta suerte la pago con todo lo demás y no es que quiera sonar dramático.
Los hechos hablan por si solos, la novela también, la premeditación de lo que ocurrirá, es como si yo supiera ya que la tormenta se viene y no hiciera nada por evitarla.
Buscaré a Iris, quiero saber si voy a ser padre.
No quiero otro bastardo en el mundo, no como yo.
Pero eso será mañana, más bien al rato, creo que el libro se trata de saber el futuro sin poder evitarlo, de un chico premeditado al desastre.
O una historia de desamor muy trágica; un poco de todas, o de nada de esto, seguiré leyendo después.
Y me duermo en la sala nuevamente, pienso en Miguel, mi editor, hace tanto que ni nos vemos, siempre supe que este momento llegaría. No sabía que sería “tan pronto”.
Al final del capítulo tiene la siguiente frase:
“…soy poseso del amor nuevamente, si a este acto físico lo llaman así, siento que la estoy protegiendo, aunque estoy consciente de que ella me protege más a mi. Su corazón late fuerte, su cabeza reposa en mi pecho, escucha mi corazón.
Yo siento el suyo en mi estómago, me revuelve las entrañas saber que nos casaremos y que ella morirá, no se lo merece, haré lo posible por evitarlo.”
Si, solo lo posible, así de pésimo era yo desde niño, y no hablo de Ike, hablo de Salvador. Si no es posible, ¿para qué me esfuerzo?
Y me quedo en silencio, Violeta no vino esta noche, siento tristeza, miedo y celos. También un poco de nostalgia y soledad, mi estómago casi vacío, un menú muy feo.
Tengo la certeza de que me lo merezco.
Estoy harto de culparme y resignarme toda la vida, también de este departamento.
Creo que me estoy aletargando mucho, desde hace unos diez años, yo siempre con mis calmas.
Y ajá (cof cof)
jueves, 8 de enero de 2009
Hoy no sale el Sol Parte 4
Capítulo 25
“En medio de mi llanto y dolor, vi como el pueblo donde nací se caía a pedazos consumido por el fuego…”
Esto no me cuadraba, no recordaba haber escrito este capítulo, pero si sabía que ese sueño de mi casa en llamas cuando tenía cinco me había hecho ir a terapia psicológica por seis años, vi como Cenizo, mi perro fue sacado calcinado. Ese perro era mi mejor amigo, cuando conocí a Violeta yo hablaba mucho de él.
Después de un tiempo, cuando el encanto se terminaba ya, me dijo que yo sufría de algún problema por él, me manda al psicólogo. El hijo de puta me hizo bloquearlo casi por completo, ahí empiezan mis líos con Violeta.
Mis reclamos, existen dolores que uno no quiere olvidar pues en ellos están involucradas cosas muy importantes.
Este capítulo también marca la pauta de las visiones de Ike, que comienzan tras un vagar en el desierto cuando se hace vagabundo y es mordido por una culebra, de milagro sobrevive, pero en su agonía, escucha el canto de las estrellas:
“Parezco un espejo, soy plano, reflejo el cielo en mis ojos, viajo entre el frío espacio, estoy ardiendo por dentro. No me toquen que quemo…”
Más adelante decía:
“…si sobreviví, no fue mera casualidad, eran los dioses que me odian, que consideran que aún no me castigan lo suficiente. Que se jodan, los voy a ignorar cuanto más pueda, me tiraré aquí y solo esperare que la sed, tal vez otra serpiente, el Sol o mis fantasmas me acaben.
Soy demasiado simple como para que se fijen en mi mucho más…”
Y al final del capítulo:
“… ya soy el miedo que tenía de niño, ese que se esconde en la oscuridad para descifrar las voces de estas sombras tan ingratas. Me dicen lo que pasará, pero por como me veo nadie me escucha.
Me vuelve loco estar tan loco, esos dioses han tenido eternidades para saber que podría hacerme sufrir más, han dado justo en el blanco…”
El psicólogo al parecer no me ayudó mucho, siento que tiraré mil lágrimas, que escribiré unas cuantas mentiras más y después estaré muy viejo como para ser feliz: mi esposa y yo casi no nos hablábamos ya, me sentía como un estorbo en mi casa, un escritor ex best seller nada bueno en realidad. Que tiene cinco años sin publicar nada, con el miedo de la obra post exitosa, que se vuelve adicto al THC9 para evitar un diálogo razonable con su cabeza, para evitar verdades o mentiras.
No sé que piensa mi mujer, si está conmigo por que siente pena de mi, un desempleado inmaduro al que amó, o porque siente un poco de eso aún. No sé que siento yo, ni que quiero, adonde voy, ni que estoy haciendo. A veces creo que debería por dignidad tomar mis maletas para buscar la felicidad y dejarla a ella ser feliz, pero soy demasiado viejo ya, no sé si exista algo para mí afuera.
Está Iris que es joven y bonita, pero no la quiero, ni tengo historia con ella, el caso de Violeta, al parecer es complicado, mucha historia tenemos, no quiero estar con ella si no la quiero más, pero hace tanto que ni nos miramos a los ojos, que me da miedo imaginar qué nos pasará.
Soy un patán al abismo de los cuarenta, no me toquen, quemo.
El cuento de Sergio
Mi hermano estaba muy cómodo ya en casa, el fin de semana saqué al parque a Paris, le compré muchos dulces para que ya no hablara, pensé sobre qué debía hacer yo.
Traté de retomar confianza en mi capacidad literaria, este libro tenía sus buenos momentos, “el otoño de las rosas” había sido un gran libro según la critica, debía mantener el nivel, sobre todo después de tanto tiempo.
Antes no me habría importado la crítica, pero eran ya cinco años lastimosos de ausentismo literario.
Después debo arreglar mi vida sentimental: saber si Violeta aún seguía siendo la chica de mi vida, si yo seguía siendo algo para ella. Cualquier combinación que resultara debía averiguar.
También sabía que no quería dejar un hijo bastardo como yo lo fui, saber cuál era mi situación con Iris, ojala que todo se arregle.
“j'ai rêve oncle rare!”
Mejor nos vamos de vuelta a casa, Paris va a empezar de rara.
Olía a pasta con champiñones, una botella de vino tinto en medio de la mesa de cuatro, tres copas y un vaso de Ginger ale, cuatro platos grandes y carne en el fondo del horno barnizada con miel y picante.
Definitivamente cocinó Sergio y no Violeta.
Ella sale con su madura edad vestida elegante y sobria, su cuello fino viste las perlas de tres años de casados que le regalé, color guinda como el vino, con los labios bañados de un brillo afrodisíaco. Tacones altos elegantísimos, Sergio tras de ella con su traje gris y una corbata que hacia juego con Violeta. La música que suena es Schubert, apagan las luces y prenden las velas.
Yo vestía conjunto deportivo, con tenis sucios y todo, ad hoc no estaba para la extraña ocasión.
La niña dijo a su padre que tiene sueño, la lleva a dormir y sirven la cena.
Estoy demasiado sorprendido, no sé si vestirme como ellos o si el asunto es privado, me quedo de pie hasta que Sergio me invita a sentarme.
Violeta ni me mira, hasta sus comentarios ignoran mi presencia, de los nervios me froto el mentón y me doy cuenta que mi barba ha crecido.
Estoy algo encorvado de vergüenza, entonces Sergio toca su copa con un tenedor:
“Quiero comentarles que me vana a publicar un libro: ¡hermano seremos colegas!”
Y yo me quedé aterido, el teléfono sonó y nadie lo contesta. Este hombre en toda su vida había mostrado interés artístico, hoy resultaba un escritor de closet, después nos dio una hoja a mi esposa y a mí en la que tenía el siguiente escrito:
Puta
Sergio P.
Soy muy joven y perverso, miro a las mujeres con un deseo espantoso, las quiero poseer, pienso en cómo son sus pies, sus pechos y su abdomen.
Estoy resentido hoy, mi novia me mandó al carajo, es una boba conservadora que teme a la novedad. Me cortó por no querer sexo anal.
Entonces con todo mi resentimiento busco una puta en la calle, hoy tenemos fiesta con mi mejor amigo, la contrato y le digo las bases:
Te voy a humillar frente a mis amigos, te gritaré, te haré basura.
Después te cogeré como y por donde a mi se me dé la gana.
Te doy el resto del pago al final.
Te pondré los nombres que quiera.
Tú no me puedes reclamar nada.
Le enseño un fajo gordo de billetes, más de los que ganará en casi todo el mes.
En la fiesta la manoseo, le digo que se calle, la trato de estúpida y de zorra. Soy el rey entre mis conocidos, ella se aguanta y baja la cabeza, más entrada la madrugada en voz alta le ordeno que vayamos a coger, soy un adonis poderoso con el corazón aún roto.
Y me la tiro por todos lados.
Al final saco el resto del dinero, antes de que ella lo tome le pregunto sonriendo: ¿te sientes mal?
Ella alza la cabeza, tiene una lágrima en la mejilla: “pinche loco”
Se va y en el pasillo suelta una carcajada.
La muy puta me pega su
SIDA, se vengó, pero yo no me quedaré como imbecil.
Voy con mi ex novia y cuando abre la puerta la tiro a la cama, no me la cogeré; el anal no me gustó nada.
Pero le voy a pegar hasta que mi mano sangre y le pegue mi SIDA.
Verá la muy puta mañana.
Y me quedo callado como si siguiera leyendo, está loco el cabrón, me da miedo y duerme en mi casa. Toda esa semana me pide mi opinión sobre su obra, yo me escudo detrás del porro, digo tonteras para que me piense muy viajado.
Pobre Paris, ¿que será de su vida?
de hecho son dos partes, pero esta última es divertida y fea.
REmi
“En medio de mi llanto y dolor, vi como el pueblo donde nací se caía a pedazos consumido por el fuego…”
Esto no me cuadraba, no recordaba haber escrito este capítulo, pero si sabía que ese sueño de mi casa en llamas cuando tenía cinco me había hecho ir a terapia psicológica por seis años, vi como Cenizo, mi perro fue sacado calcinado. Ese perro era mi mejor amigo, cuando conocí a Violeta yo hablaba mucho de él.
Después de un tiempo, cuando el encanto se terminaba ya, me dijo que yo sufría de algún problema por él, me manda al psicólogo. El hijo de puta me hizo bloquearlo casi por completo, ahí empiezan mis líos con Violeta.
Mis reclamos, existen dolores que uno no quiere olvidar pues en ellos están involucradas cosas muy importantes.
Este capítulo también marca la pauta de las visiones de Ike, que comienzan tras un vagar en el desierto cuando se hace vagabundo y es mordido por una culebra, de milagro sobrevive, pero en su agonía, escucha el canto de las estrellas:
“Parezco un espejo, soy plano, reflejo el cielo en mis ojos, viajo entre el frío espacio, estoy ardiendo por dentro. No me toquen que quemo…”
Más adelante decía:
“…si sobreviví, no fue mera casualidad, eran los dioses que me odian, que consideran que aún no me castigan lo suficiente. Que se jodan, los voy a ignorar cuanto más pueda, me tiraré aquí y solo esperare que la sed, tal vez otra serpiente, el Sol o mis fantasmas me acaben.
Soy demasiado simple como para que se fijen en mi mucho más…”
Y al final del capítulo:
“… ya soy el miedo que tenía de niño, ese que se esconde en la oscuridad para descifrar las voces de estas sombras tan ingratas. Me dicen lo que pasará, pero por como me veo nadie me escucha.
Me vuelve loco estar tan loco, esos dioses han tenido eternidades para saber que podría hacerme sufrir más, han dado justo en el blanco…”
El psicólogo al parecer no me ayudó mucho, siento que tiraré mil lágrimas, que escribiré unas cuantas mentiras más y después estaré muy viejo como para ser feliz: mi esposa y yo casi no nos hablábamos ya, me sentía como un estorbo en mi casa, un escritor ex best seller nada bueno en realidad. Que tiene cinco años sin publicar nada, con el miedo de la obra post exitosa, que se vuelve adicto al THC9 para evitar un diálogo razonable con su cabeza, para evitar verdades o mentiras.
No sé que piensa mi mujer, si está conmigo por que siente pena de mi, un desempleado inmaduro al que amó, o porque siente un poco de eso aún. No sé que siento yo, ni que quiero, adonde voy, ni que estoy haciendo. A veces creo que debería por dignidad tomar mis maletas para buscar la felicidad y dejarla a ella ser feliz, pero soy demasiado viejo ya, no sé si exista algo para mí afuera.
Está Iris que es joven y bonita, pero no la quiero, ni tengo historia con ella, el caso de Violeta, al parecer es complicado, mucha historia tenemos, no quiero estar con ella si no la quiero más, pero hace tanto que ni nos miramos a los ojos, que me da miedo imaginar qué nos pasará.
Soy un patán al abismo de los cuarenta, no me toquen, quemo.
El cuento de Sergio
Mi hermano estaba muy cómodo ya en casa, el fin de semana saqué al parque a Paris, le compré muchos dulces para que ya no hablara, pensé sobre qué debía hacer yo.
Traté de retomar confianza en mi capacidad literaria, este libro tenía sus buenos momentos, “el otoño de las rosas” había sido un gran libro según la critica, debía mantener el nivel, sobre todo después de tanto tiempo.
Antes no me habría importado la crítica, pero eran ya cinco años lastimosos de ausentismo literario.
Después debo arreglar mi vida sentimental: saber si Violeta aún seguía siendo la chica de mi vida, si yo seguía siendo algo para ella. Cualquier combinación que resultara debía averiguar.
También sabía que no quería dejar un hijo bastardo como yo lo fui, saber cuál era mi situación con Iris, ojala que todo se arregle.
“j'ai rêve oncle rare!”
Mejor nos vamos de vuelta a casa, Paris va a empezar de rara.
Olía a pasta con champiñones, una botella de vino tinto en medio de la mesa de cuatro, tres copas y un vaso de Ginger ale, cuatro platos grandes y carne en el fondo del horno barnizada con miel y picante.
Definitivamente cocinó Sergio y no Violeta.
Ella sale con su madura edad vestida elegante y sobria, su cuello fino viste las perlas de tres años de casados que le regalé, color guinda como el vino, con los labios bañados de un brillo afrodisíaco. Tacones altos elegantísimos, Sergio tras de ella con su traje gris y una corbata que hacia juego con Violeta. La música que suena es Schubert, apagan las luces y prenden las velas.
Yo vestía conjunto deportivo, con tenis sucios y todo, ad hoc no estaba para la extraña ocasión.
La niña dijo a su padre que tiene sueño, la lleva a dormir y sirven la cena.
Estoy demasiado sorprendido, no sé si vestirme como ellos o si el asunto es privado, me quedo de pie hasta que Sergio me invita a sentarme.
Violeta ni me mira, hasta sus comentarios ignoran mi presencia, de los nervios me froto el mentón y me doy cuenta que mi barba ha crecido.
Estoy algo encorvado de vergüenza, entonces Sergio toca su copa con un tenedor:
“Quiero comentarles que me vana a publicar un libro: ¡hermano seremos colegas!”
Y yo me quedé aterido, el teléfono sonó y nadie lo contesta. Este hombre en toda su vida había mostrado interés artístico, hoy resultaba un escritor de closet, después nos dio una hoja a mi esposa y a mí en la que tenía el siguiente escrito:
Puta
Sergio P.
Soy muy joven y perverso, miro a las mujeres con un deseo espantoso, las quiero poseer, pienso en cómo son sus pies, sus pechos y su abdomen.
Estoy resentido hoy, mi novia me mandó al carajo, es una boba conservadora que teme a la novedad. Me cortó por no querer sexo anal.
Entonces con todo mi resentimiento busco una puta en la calle, hoy tenemos fiesta con mi mejor amigo, la contrato y le digo las bases:
Te voy a humillar frente a mis amigos, te gritaré, te haré basura.
Después te cogeré como y por donde a mi se me dé la gana.
Te doy el resto del pago al final.
Te pondré los nombres que quiera.
Tú no me puedes reclamar nada.
Le enseño un fajo gordo de billetes, más de los que ganará en casi todo el mes.
En la fiesta la manoseo, le digo que se calle, la trato de estúpida y de zorra. Soy el rey entre mis conocidos, ella se aguanta y baja la cabeza, más entrada la madrugada en voz alta le ordeno que vayamos a coger, soy un adonis poderoso con el corazón aún roto.
Y me la tiro por todos lados.
Al final saco el resto del dinero, antes de que ella lo tome le pregunto sonriendo: ¿te sientes mal?
Ella alza la cabeza, tiene una lágrima en la mejilla: “pinche loco”
Se va y en el pasillo suelta una carcajada.
La muy puta me pega su
SIDA, se vengó, pero yo no me quedaré como imbecil.
Voy con mi ex novia y cuando abre la puerta la tiro a la cama, no me la cogeré; el anal no me gustó nada.
Pero le voy a pegar hasta que mi mano sangre y le pegue mi SIDA.
Verá la muy puta mañana.
Y me quedo callado como si siguiera leyendo, está loco el cabrón, me da miedo y duerme en mi casa. Toda esa semana me pide mi opinión sobre su obra, yo me escudo detrás del porro, digo tonteras para que me piense muy viajado.
Pobre Paris, ¿que será de su vida?
de hecho son dos partes, pero esta última es divertida y fea.
REmi
lunes, 5 de enero de 2009
Hoy no sale el Sol (Parte tres)
El amor desde lejos
El capítulo en el que se muere Fátima, el amor del protagonista de mi cuento, es demasiado triste y lento:
“me quedé callado, sin letra en la boca pronunciada, mirando lo inmóvil, aterido yo. La muerte impera su silencio a los que la contemplan, también saca de tajo lágrimas lentas y sucias. Mata ilusiones y planes, acaba con las sonrisas, se lo lleva todo. Hasta el amor.”
Y después miré la foto de bodas de Violeta conmigo, recuerdo que en un baile lento ese día le dije al oído:
“Gracias, no te voy a defraudar”
Por eso me odia ahora, le mentí y de horrible modo, no es la falta de sexo, ni de cariño. Ni que no me guste ya, es solo que nos volvimos vecinos, creo que me llevo mejor con Gabriel ya, nos dejamos de mirar a los ojos.
Y pienso en los días que nos enamoramos: yo quería ser cualquier cosa, menos lo que mi padre, nos sentíamos solos y nos encontramos en veredas muy comunes.
En una calle cualquiera, una esquina con flechas de romance en las que nuestra verdadera vida supuestamente comenzó, en la que nos veíamos pasar, un día sin fecha que nos notamos por primera vez, yo de ida y ella de vuelta. Diario y quién sabe si ella o yo sufrimos la corazonada primero.
Hasta que un día nos detuvimos uno enfrente del otro, nos miramos y nos sonreímos, nos palpitaba duro el corazón, tardamos no en saludarnos. Si en preguntarnos nuestro nombre. Viví noches en las que su perfume venía a mi mente y me dejaba dormir de hermosa forma, nos preguntamos cosas importantes: ¿Qué te da miedo?, ¿Qué te gusta comer?, ¿adonde te gustaría viajar?
En fin, escribimos una de tantas historias más de amor, común y corriente, pero no nos importó. Era nuestra y la disfrutábamos como locos, nos creíamos especiales.
Veíamos atardeceres juntos, sin ver en horizonte, si el iris del ojo que lo reflejaba, queríamos estar tanto tiempo más juntos, abrazarnos, vernos reflejados en el espejo uno con otro, tomar del mismo vaso.
Nunca se nos ocurrió vernos dormidos en la misma cama a años luz de distancia.
Creo que eso si me dolía y mucho.
Ya ni me importaban a esta altura sus amores juveniles, que antes de solo imaginarlos me enloquecían, ya no quería estar aquí, no era ella, yo era todo el problema y lo sabía. Pero nada hago por arreglarlo.
Hasta un hijo puede que tenga con otra, de la que la historia es más triste aún.
Paris entra y me dice:
“Bonjour bavard fâché!”
Me jode que hable francés, yo nunca le entiendo.
Mira mi cuerpo tirado a un lado de la cama, la foto de nuestra boda, mi cara melancólica. Me abraza y me dice que debe ser terrible para mí vivir con una mujer.
Sus palabras siempre me dejan inmóvil, no se nunca que contestar y la miro en silencio, carga a Luisita y antes de que comente otra cosa que no entenderé, la llevo por un helado.
¿Qué será del futuro de esta nena?, eso me parece más grave que mi realidad.
¿Qué será del futuro de mi hijo?
¿Tendré un hijo?
Quiero mi helado de vainilla.
Ahí va la tercera
El capítulo en el que se muere Fátima, el amor del protagonista de mi cuento, es demasiado triste y lento:
“me quedé callado, sin letra en la boca pronunciada, mirando lo inmóvil, aterido yo. La muerte impera su silencio a los que la contemplan, también saca de tajo lágrimas lentas y sucias. Mata ilusiones y planes, acaba con las sonrisas, se lo lleva todo. Hasta el amor.”
Y después miré la foto de bodas de Violeta conmigo, recuerdo que en un baile lento ese día le dije al oído:
“Gracias, no te voy a defraudar”
Por eso me odia ahora, le mentí y de horrible modo, no es la falta de sexo, ni de cariño. Ni que no me guste ya, es solo que nos volvimos vecinos, creo que me llevo mejor con Gabriel ya, nos dejamos de mirar a los ojos.
Y pienso en los días que nos enamoramos: yo quería ser cualquier cosa, menos lo que mi padre, nos sentíamos solos y nos encontramos en veredas muy comunes.
En una calle cualquiera, una esquina con flechas de romance en las que nuestra verdadera vida supuestamente comenzó, en la que nos veíamos pasar, un día sin fecha que nos notamos por primera vez, yo de ida y ella de vuelta. Diario y quién sabe si ella o yo sufrimos la corazonada primero.
Hasta que un día nos detuvimos uno enfrente del otro, nos miramos y nos sonreímos, nos palpitaba duro el corazón, tardamos no en saludarnos. Si en preguntarnos nuestro nombre. Viví noches en las que su perfume venía a mi mente y me dejaba dormir de hermosa forma, nos preguntamos cosas importantes: ¿Qué te da miedo?, ¿Qué te gusta comer?, ¿adonde te gustaría viajar?
En fin, escribimos una de tantas historias más de amor, común y corriente, pero no nos importó. Era nuestra y la disfrutábamos como locos, nos creíamos especiales.
Veíamos atardeceres juntos, sin ver en horizonte, si el iris del ojo que lo reflejaba, queríamos estar tanto tiempo más juntos, abrazarnos, vernos reflejados en el espejo uno con otro, tomar del mismo vaso.
Nunca se nos ocurrió vernos dormidos en la misma cama a años luz de distancia.
Creo que eso si me dolía y mucho.
Ya ni me importaban a esta altura sus amores juveniles, que antes de solo imaginarlos me enloquecían, ya no quería estar aquí, no era ella, yo era todo el problema y lo sabía. Pero nada hago por arreglarlo.
Hasta un hijo puede que tenga con otra, de la que la historia es más triste aún.
Paris entra y me dice:
“Bonjour bavard fâché!”
Me jode que hable francés, yo nunca le entiendo.
Mira mi cuerpo tirado a un lado de la cama, la foto de nuestra boda, mi cara melancólica. Me abraza y me dice que debe ser terrible para mí vivir con una mujer.
Sus palabras siempre me dejan inmóvil, no se nunca que contestar y la miro en silencio, carga a Luisita y antes de que comente otra cosa que no entenderé, la llevo por un helado.
¿Qué será del futuro de esta nena?, eso me parece más grave que mi realidad.
¿Qué será del futuro de mi hijo?
¿Tendré un hijo?
Quiero mi helado de vainilla.
Ahí va la tercera
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