jueves, 8 de abril de 2010

El caso de Turman Pey




El silencio se apoderaba del cuartucho destartalado y negro, el silencio con partículas de polvo suspendidas en el aire se vio perturbado cuando se escuchó el azote de la puerta y voces maldiciendo sobre todo; en especial la voz de Diego Armando:
¡Maldita puerta de madera!, ¡Malditas astillas!, ¡Maldito polvo!, ¡Soy alérgico al polvo!-
El sitio era tan oscuro que no se veían ni las sombras a lo lejos, de pronto, cuando el silencio imperó de nueva cuenta, un fósforo se encendió diminuto y poderoso, después quemó tabaco de un cigarrillo que finalmente se mantuvo como un pequeño catástrofe controlado que humeaba completamente perceptible. Una voz salió tras halar del cigarrillo, parecía del mismísimo diablo puesto que sacaba humo. Sus palabras eran fuego puro:
-¿Entonces no dirás nada?-
¡No!, ¡vas a tener que matarme porque de mi no vas a sacar nada!-Dice una mujer de cabello rubio, unos treinta y cinco años con vestido rojo, un tacón brillante en su pie izquierdo, medias rotas y labios y ojos rojos de sangre que brillaba iluminada por el cigarrillo. Estaba tomada por el cabello de la mano de un hombre enorme con barba crecida que no pizcaba los ojos, inclusive parecía no respirar.
-No me tientes, generalmente soy un caballero, desafortunadamente hoy no quiero serlo-Dice el hombre con el cigarrillo que usa una camisa entallada rosa, cabello corto y zapatos tejidos color café mientras limpia el polvo de su camisa.
-No tengo que matarte para hacer que hables, ¿Se te había ocurrido eso?-
La mujer se queda callada, de pronto detrás del hombre que parece el diablo observa un resquicio en la ventana mugrienta, por él entra la luz de la Luna, la mujer sabe que todo se ha terminado que quizá ha llegado a su último instante. Su cabello con crepé se ve deshecho, sobre su cabeza la mano del hombre gigante y barbón la hacen ver de frente esa luz
-Me da mucha tristeza tener que ser malo, cada que lo hago me dan ganas de llorar.-Dice el hombre mientras acerca una silla de madera al hombre enorme y Diego Armando comienza a golpear en la palma de su mano una varilla oxidada. Sus ojos brillan, parece un gato hambriento en el preludio de una caza fructífera.
El hombre enorme sienta violentamente a la mujer y la toma con los brazos por detrás, la respiración de la mujer se agita mientras Diego Armando se prepara como bateador de las grandes ligas inclinando su cuerpo y preparando su bate a sus espaldas. Sonríe mientras hace esto.
Diego Armando es algo obeso, tiene cara de niño travieso con barba insípida, como de adolescente.
Un grito desgarrador se escucha a lo lejos, desafortunadamente nadie se encuentra cerca para cerciorarse de ello y finalmente es consumido por el anonimato de las sombras.
Poco tiempo después Se ve a los tres hombres salir de la casa abandonada en medio del bosque. El más grande suelta a dos bulldogs tras cerrar la rendija del garaje y se sube en el asiento del conductor de un Impala 76 color naranja atardecer.
En el camino de terracería suena la canción close to you de los Carpenters, Diego Armando reclama el gusto del hombre en camisa rosa, piensa que es una canción cursi, pero este lo ignora y sube el volumen mientras se acomoda con los pies encima del tablero. Quitándose sus zapatos y dejando ver unos calcetines a rayas color hueso con rojo.
-Tengo hambre, cuando estoy triste me da hambre, ¿Tienes hambre Sulky?-Dice al hombre gigante y barbón.
Vamos al “Road food”-Contesta el hombre y gira a la derecha hasta que cinco minutos después encuentra la autopista.
-Tienen un buen asado-Dice el hombre elegante, nadie contesta a su comentario, nadie añade nada, ni una objeción o afirmación.
El Impala 76 color naranja atardecer de pronto encuentra un establecimiento brillante y vacío, han dado las dos de la madrugada y dentro de él se encuentra un hombre calvo con mandil manchado tomando café y una mesera dormitando en la barra. Mesas de linóleum azul cielo con bordes metálicos sucios y sillones acolchonados y pegajosos por el calor color guinda, piso de mosaico amarillo, con la cocina en el centro de las mesas y una barra amarilla con banquitos cafés acolchonados rodeándola cada medio metro.
-Buenas noches-Dice Diego Armando cuando entran al establecimiento, la campanita de sensor despierta a la mesera que malhumorada toma de su bata una libreta y pluma, se acerca a los tres hombres:
¿Qué desean?-
Sulki pide un plato de asado con un refresco de cola, Diego Armando una hamburguesa sin verduras con doble porción de papas y el hombre elegante pide un café con pay de limón.
¿No querías asado?-Dice Diego Armando.
-Jamás dije eso, solo dije que el asado aquí es muy bueno.-Dice el hombre mientras enciende otro cigarrillo.




Y acá estoy escribiendo nuevos capítulos para mi saga de "En la Nada", para los que la leyeron alguna vez.

REmi

4 comentarios:

s. s. dijo...

"asado"
buena palabra, aunque no la escucho a menudo.

y la foto, de dónde? está buena.

saludos.

REmi dijo...

de antemano gracias por la atenta lectura.

Asado, más que la palabra me gusta su sabor, creo que mi familia la usa (y lo hace) muy seguido. Entonces si la escucho seguramente más de lo que a ti te toca.
Es un cúmulo de ingredientes de cocina antigua: cerdo, chilacas, chiles, sal, pimienta, papas y hierbas de olor.
Rico.
La fotografía es justamente de una muestra de autos en las vegas.
Es, como te imaginarás seguramente un impala color naranja atardecer.
Bonito auto, ¿no crees?
Saludos

s. s. dijo...

en efecto, por mi "dieta" y la "dieta" (y costumbre) familiar no es una palabra que escuche a menudo.

bonito auto. Sí lo creo.

saludos.

REmi dijo...

triste asunto que el asado es una bonita tradicion.