martes, 30 de marzo de 2010
Aprenda a convivir con el Silencio.
Erigiendo un cigarrillo al infinito veo el humo disiparse.
De todas tus ausencias es esta la peor, de todos tus adioses cotidianos es este el más amargo. Cada que veo humo de cigarrillo recuerdo tus dibujos abstractos, cada humareda de cigarro te veo dibujada y desdibujada de inmediato y me llega uno, dos, tres adioses por minuto hasta que el cruel llega a la colilla y acaba amarillento en el cesto de basura.
De todas las ausencias es la tuya la más opaca, de todos los adioses los tuyos son continuos, cotidianos; de pronto todo lo que lleva mi cabeza se queda callado, de pronto todo lo que eres tú me abandona y convivo de nueva cuenta con el silencio.
Tirado en la sombra a pleno día, parece que me oculto del niño que va llorando, de aquellos que van noviando, parece que cierro los ojos y quiero abrirlos en un mundo solitario.
En el televisor una película de estilo "cincuentas" una mujer llora por un desamor y se tira a la cama, en ese ambiente de plata, tirada en su dolor se muerde el puño, como aquellos dramas vetustos que parecían más trágicos que los contemporáneos de los foráneos usan con alcohol, groserías y mil personas conocidas y desconocidas.
Vi sus labios y casi probé su puño; pensé que quizá si un día yo acabase así me comería completo.
Ultimamente el canibalismo me parece atractivo.
Cuando acaba la escena y la gente habla y habla salgo a la calle.
Ahí también la gente habla y habla, nadie para mí, pero ahí veo más gente que en el ocultismo de mi espacio.
Alguien conocido que no reconozco me saluda de lejos:
el tal, los que, los cuando, los quienes y comos vienen, quizá no sabe que para mí está muerta, pero habla y habla, yo no la escucho. No quiero escucharla.
Cuando me percato se va, marcha hacia el otro mundo que es mundo de todos y de los demás. Yo me quedo en el mundo de duendes, muertos y muertos en vida, de todos aquellos a los que mato y doy vida, a todos aquellos a los que hago sangrar y llorar. Me tapo la cara, se me cae la cara de verguenza al caminar entre muertos que yo mismo asesiné.
Así, en el mundo de los que me odian y me ignoran recuerdo los silencios profundos en medio de los tumultos.
El verdadero silencio es aquel que se siente en el pecho aunque los oídos padezcan sordera por altos decibeles.
De pronto quisiera tirarme en medio de la avenida, a olvidarte o recordarte con el dolor suficiente para no sentir el mundo de ellos, de los demás y de los otros.
Sin embargo, sin el control de mi propio cuerpo camino, camino por la ciudad con enormes efigies de desesperanza que dominan el horizonte hasta que veo caer el sol.
Una noche fresca es parte de mi mundo, del de los otros, los demás y aquellos también.
Hace unos ayeres iba a ese otro mundo a gritar con conocidos y extraños, iba a las luces de noche, al cuarto rojo, al mundo de alaridos, risas y llantos, al peligro seguro,con todos los aquellos que sonreían al verme y decían que yo era "él" y no "yo".
Y entre todos esos conocidos conocí y desconocí, entre ese ambiente de gente triste gritando y sonriendo fui quien soy sin ser yo.
Ojalá alguien escribiera un manual para convivir con el silencio de nueva cuenta.
Ojalá alguien me dijera cómo es estar solo después de estar acompañado.
Ojalá alguien hiciera un instructivo para sonreír.
Ojalá de pronto me encontrara un manual para desaparecer.
Si, a menudo me gustaría desaparecer...
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