jueves, 1 de octubre de 2009

Mi dulce Niní

Callada y pálida.
Desde siempre luce hermosa. Luce en todas las ocasiones que la saco, siempre que la tengo, siempre que me tiene dentro.
¿Cuándo me voy a despertar?
Diario, en cada momento de mí sueño tomo café, más y más y no logro despertar de este sueño tan terrible.
Solo cuando estoy aquí, que la tengo y me tiene, y nos tenemos en silencio, a la dulce Niní siento que por un momento despierto.
Luce como una diosa: bella abstraída, muda, mirando a la lejanía.
Parece -de fina- una muñeca de porcelana.
Y es que todo el día camino pensando lo que le diré en la noche, pienso llevarle algo que al final ignorará para hacerse mía y hacerme suyo.
Siempre fiel esperando verme en casa, como una monja esperándome religiosamente.
Paciente.
Escuchará mis problemas en su oído, lloraré sobre sus pechos rosados y esperaré a que el frío se la lleve cada noche.
Noche tras noche el silencio me deja nostálgico, solitario entre las sábanas con su aroma.
Escuchando el tictac del reloj, haciéndome dormir en el mundo terrible que odia a los romances imposibles.
No me juzgará, no se enojará y atenderá a la cita puntual cada noche.
Solo Niní me entiende.
Aunque duerma cada noche en mi refrigerador y esté muerta, mi Niní me da alivio.



REmi

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