El día 14 de Febrero empezó de un modo muy bello.
Desperté y llegó a mi el olorcito ese a té que de vez en cuando mi madre prepara con buen humor, esa noche había soñado esa pesadilla que viene a mí muy seguido:
ese en el que veo a mi abuela y ella toma del brazo a mi abuelo, me dice cruelmente:
"¿Si pudieras te irías con él verdad?"
Esta vez no desperté llorando.
Entonces decidí que quería escribir ese sueño, ver si de algún modo algo mejoraba cambiando el final. Me senté solemne en el computador y lo prendí.
Una taza de té y mi mente perturbada de nueva cuenta.
"Podría revisar mi correo, si encuentro alguno de esos que me asustan, como las cadenas mala leche, me ayudaría*". Pensé.
Encontré, entonces cosas que me hicieron sonreir como jamás antes lo había hecho.
El primero era un correo del periódico para renovar mi contrato.
El segundo era un correo con las posibles portadas de mi libro.
El tercero era una carta escrita por mi amiga Camila en la que me contaba una nueva receta que había adquirido gracias a las coincidencias del destino de un fundido de queso con salsa de salmón que publicaré más adelante.
Al final leí un mensaje de mi amiga Fernanda, quien siempre está ahí, se le necesite o no deseandome, según ella por suceptibilidad un día maravilloso, en el que hacía recuento de nuestra amistad y todo lo que esta ha traído con ella.
Y se me quitaron las ganas de escribir.
Pues sonreí de forma increíble.
Así que decidí salir a "asolearme" a la calle, ahí justo adonde el resto de las personas existen; adonde todos están tratando de escribir sus propias vidas de forma interesante, todos tratando de crear momentos para "recordar":
Por ahí unos novios tomándose fotografías de esas con cuerpos falsos.
Por allá una niñita de la mano de su abuela y venían del mercado.
Un organillero extendiéndome su sombrero.
Palomas que volaban como posando para una fotografía entre el parque pequeñito aquel.
Y yo que me senté un momento y saqué mi libretita, mi pluma de Bob Esponja y empuñando mi imaginación hasta el infinito escribo a modo de memorandum una frase:
"Si guardas silencio, tendrás un poco en los bolsillos para cuando lo necesites"
El resto de la semana, me sentí con ese mismo halo que me invade de vez en cuando, nostálgico y apático, como si viviera en medio de un momento que la historia olvidará, uno de esos momentos en los que se posa el Sol de algún modo que los vuelve sombra. Como los dos días después del fin de una guerra.
Sintiéndome víctima de un futuro olvido.
Yo llevado por el impasible tiempo, por el abrumador espacio, terminaré siendo polvo por guardar tantos silencios.
Obediente.
Educado.
Amable.
Correcto.
Paciente.
Pacífico.
Fome.
"Olvidado".
Aunque no sé si quiero ser inmortal.
Después fuí a ese mercado que se encuentra en Pugibet a comprar carnes y quesos.
Miré por los aparadores como un niñito vagabundo. Sonreí, pues amo comprar alimentos.
y más tarde debía ir a un bautizo, pero no lo hice, no sé, quizá solo estaba de mamón, y mi educación me impidió ir a ver a mis amigos de siempre con mi cara de "Popeye"(citando a Javier).
Y salí en la noche con una amiga a uno de esos sitios que odio, escuchando música de trova, bebiendo micheladas y viendo el espectáculo de un payaso idiota.
A las siete de la mañana, escuchando su despertador, una clase de alarma insoportable que ella no escuchó.
La noche no tuvo la bondad de dejarme beber en paz.
Entre esa semana, cuando caminaba, yo parecía volar entre nubes, parecía encantado por Valiums o algún tipo de no se qué.
Fuí de nuevo un bailarín derrochando talento por las calles.
Fue una semana veloz.
el martes me encontré a mi amiga Joyce pues fuímos a ver la exposición de David Lachapelle, me pareció fea, había mucha gente y las fotografías no me dijeron nada. Eran tontas e irrespetuosas con el arte clásico.
Al final terminamos en "ese cafecito" cercano al zócalo comiendo y hablando de nuestras familias: "la mía es re fea". "No, la mía más".
y al final tratando de demostrarme que era bueno haber renunciado a un trabajo me dijo algo muy extraño:
"Tu cutis está muy terso".
Ese sábado me reencontré con mis amigos, esos de siempre a los que había huído una semana antes, los vi como siempre cada uno con sus problemas de siempre, con las cosas que todos se callan siempre, con lo que hablan siempre.
Inclusive yo, lo que sería insoportable, si no me importara aunque sea un tanto mi propia vida.
Los quiero mucho a todos.
Bebimos en tres cantinas que conocemos bien, todas se nos hicieron feas ya.
Fuímos a una fiestecilla por ahí que Memito nos mencionó por esos días, para sacudirnos la aburrición.
Entré a la fiesta y sin más, un tipejo que se parecía a Jack White me dijo:
"Vienes tú, Alardeando escritorcillo."
-¿Te conozco?- Le pregunté.
No, ni yo a ti.
-Bien, entonces no tengo nada qué decirte- le respondí.
Y toda esa noche en medio de la fiesta (en la que se prestó la cursilería de escribir un deseo que volaría por las calles del centro en la madrugada en un papelito en el que yo dibujé una Margot para darle libertad), me estuvo jodiendo y acercándose para decirme: "hola, tú que no me conoces".
Después gracias al cielo aquel jodón se fue sin más.
Repito:
Odio que me agredan sin razón alguna.
Más tarde, mientras bebía mis ricas Tecates en compañía de mi amigo recién abandonado (por su chica) una mujer me dijo algo a lo lejos y no la escuché.
Me acerqué:
¿Perdón?-Dije
¿Tienes fuego?
No, disculpa, no fumo- le contesté.
Oye y ¿como te llamas?.
Diego, ¿tú?-
Y me dijo su nombre aunque no me acuerdo cual era.
Tienes unos ojos bien bonitos, dame tu correo que no marco por teléfono.
¿Cuántos años tienes?-le dije
29 ¿y tú?-me dijo.
21-contesté.
No te creo, ¿tan chico?-
Ajá-le contesté.
Afortunadamente llegó su amigo marica que me dijo que me parecía al principito tomándome del pelo y regresé con mis amigos.
Esa noche Richie y yo terminamos ocultos en la parte trasera de una camioneta viendo el cielo y las fachadas del centro hasta llegar a Garibaldi.
El Viernes pasado fuí al tomar té (ese rico que alguna vez mencioné antes) con mi amiga Susana, contamos el ¿qué tal? y el ¿cómo te va?, y a pesar de que a ella no le gustó el té que elegí, yo lo amé.
Mencionó algo que me dió mucha risa cuando hablaba de su psicólogo (eso creo, quizá sea psquiatra)que iba más o menos así: "puedo presentartelo, no tengo incoveniente, al fin, no le hablo de ti".
Y eso, me dio mucha risa, por majadero, mucha gente es más simpática cuando lo es y ella es una de esas personas. De hecho mi otra amiga llamada Susana es del mismo tipo, quizá sea situación del nombre y entre su significado esté algo respecto al tema.
Al final de la noche terminé riéndome mucho al recordar esa situación.
El sabado fuí aun lugar "chic" con un primo que es aún más "chic" y me encontré con Tamayo, esa que baila a MIA de forma muy sensual, me saludó y me asusté, (por motivos que no contaré por malcriado) y decidí cobardemente volver a mi casa temprano a ver pelis que me aburrieron.
Hoy saldré para Sonora a cubrir notas policiacas, un amigo (Raulito) me mostró su fea colección de periódicos Metro y entre ellos vi el titular que decía "POZOLE ROJO" y narraba la historia de un narco que metía a sus víctimas en ácido que cuando lo decantaba parecía pozole.
Y que se joda también, ojala que no me pase eso.
Jajajajajajajaja
au revoir (queridísimos lectores)
3 comentarios:
ja!
majadera...
mmm, ok.
sí me gustó el té, no era de mis favoritos, pero sí estaba bueno; tal vez la cosa fue no haber elegido, pero yo me lo busqué por llegar tarde...
en fin, un placer.
ah sí, suerte en el viaje, y recuerda si vuelves...ja... me avisas.
Al parecer no es tan fácil acabar con la mala hierba como dice ese dicho.
jajaja
Quizá después te muestre mi artículo ya impreso en la revista, ni yo me esperaba que terminara siendo algo así...
Gracias por la suerte, ojala que la siga teniendo, (aunque la suerte no se da, pero es un bonito detalle siempre que se la deseen a uno)
Y lo de los majaderos simpáticos es cierto, no sé lo que opines al respecto. Pero igual pienso así.
Hasta pronto
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