viernes, 31 de agosto de 2012

Mi nación.



Me haré mi propio país en mi mente, ahí seré todo o nada, según el día que me toque. No me refiero al espantoso lunes o a aquellos miércoles con olor a tabaco ignorables. Me refiero a aquellos que más bien parecen jueves, con esperanza de gloria.
Será un país dominado por el sueño y el olvido. Letras de diversos escritores, todos aquellos que me gustan y los que no serán condenados a la hoguera. Disfrutaré ver ahí a Coelho con sus letras baratas que parecen putas gordas y decadentes en búsqueda de algún hombre gordo y adinerado. Tampoco encontrarás a Benedetti con su blanco-rosa ni a personas que te miren feo porque dices que no te agrada. También estará aquel, mi maestro de literatura de la Prepa dos, de quinto año que no recuerdo su nombre. Era parcialmente joven, delgado, moreno y algo afeminado. Le imagino de viejo, un viejo sonriente y engreído, de esos que creen que por ser viejo tienes derecho a ser intolerante cuando la intolerancia es una elección de vida y no un favor adquirido por años de religiosa dedicación a la pendejada.
Ese hombre algún día leyó algo de Benedetti y sabiendo sin conocerme, me dijo: “tú, el que siempre anda escribiendo. ¿Qué opinas de lo que leí?” y entonces yo le dije que no me gustaba.
¿Cómo que no te gusta?, ¿Qué es lo que no te gusta?-
En general Benedetti-respondí.
¿No te gusta Benedetti?, ¿Enserio?-
No.-
Y entonces, desde ahí cada que dejaba un proyecto escolar me tocaba trabajar con algún texto de su amado Benedetti.
Huelo catástrofe, algo me dice que ese sopor de los finales se acerca desde algún sitio y que llegará pronto. Quizá demasiado. Suelo detestar cuando las cosas siguen un rumbo predeterminado. La mañana, la tarde, la exageración de sonrisas y formalismos. La certeza de que la muerte está ahí esperando su llamado natural, o el adelantado que es producto de las creencias.
Ayer soñé que en este pequeño mundo mío comía frente a una mujer joven sin rostro desnuda. Parecía que ella era otro plato en el menú ofrecido como compañía y postre. Pero le buscaba un rostro.
Ahí es cuando me di cuenta de la cuadratura de mi mundo y de mi cabeza. En mi mundo mi habitación está lleno de heteras destetadas que rien salvajemente para convocar mi sueño. Sueño que cada siesta es una muerte pequeña y que renazco en un nuevo cuerpo. Así pruebo cientos de vidas en un año y nada es indiferente. Todo es nuevo.
Crearé en este mundo sonrisas, las más hermosas. Personas que se paseen desnudas, haré que la fealdad sea admirada más aún que esa belleza que vuelve a algunos tan insoportables. Sirenas mudas que igual sean vistas sin miedo a caer en encantos.
Dentistas sin ese olor que tanto odio. Murmullos audibles aún para los sordos.
Y así, sonriéndo, presumiré al infinito que mis humanos son admirables, que es posible llegar a quererlos a todos, seré capaz de decir que amo a la humanidad sin sentir pena.

DCHPM REmi

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