sábado, 7 de mayo de 2011

A capela

El papel de los medios sobre la formación de la opinión pública en general es preocupante. México es un país que sufre desconocimiento de su propio origen desde hace siglos; desde épocas de la revolución el mexicano se ha desmexicanizado y ha tratado de adaptarse al mundo global con un éxito dudable dejando de lado su origen y tratándose de ubicar en el mundo sin éxito tangible.

La democracia de mayorías dejó desprotegidas a minorías en los estados que en suma forman un gran número de mexicanos en pobreza extrema, con falta de servicios básicos y sobre todo desinformados de sus propios derechos.

En gran parte son este gran número de mexicanos los que se informan sobre lo que sucede en el país con medios desinformantes, aquellos a los que su voto (gran arma democrática) se ve como un objetivo jugoso por aquellos partidos políticos con estrategias populachistas e irrespetuosas, aquellas que atentan contra la dignidad y a cambio de una bicoca obtienen un poder casi omnipotente ante aquellos mexicanos que decimos saber el poder de nuestro voto pero no ejercemos la democracia como tal.

Es triste ver las pláticas recurrentes del mexicano promedio sobre la política: que todo va mal, que todos están mal, que el país está jodido y que mejor debemos votar “al menos peor”. La inconformidad con los gobernantes electos tampoco es un secreto a voces, sin embargo las quejas no pasan de eso, por desinformación, por des unificación entre los ciudadanos tan psicotizados y embobados por los medios que lo engañan y lo distraen como si viviéramos en un país de autoridad totalitarista.

¿Cuántas personas en el país votarán por un político porque tiene buenos comerciales?, Vicente Fox, un candidato sin objetivo claro más allá de un supuesto cambio que significó mal adaptar el plan económico del PRI y priorizar las timoratas relaciones exteriores (con nuestro vecinos del norte sobre todo) es muestra de aquello. Comerciales inteligentes sin contenido se ganaron la simpatía de un candidato que no propuso pero si se opuso a lo que estaban hartos los mexicanos: una vida estática sin cambios ni mejoras.

El actual presidente Felipe Calderón, vanagloriado por los medios con una guerra contra el narco en primera instancia y luego contra la delincuencia; guerra de los mexicanos para la imagen exterior del país, realmente la sociedad solo siente la guerra por las carencias, la violencia y la impunidad de la autoridad. La guerra es del presidente, la violencia sigue, el uso de drogas también; ¿Quién no ha visto desde hace años a jóvenes drogándose en las calles?, ¿acaso eso ha cambiado?, no, no lo creo.

Y es que los medios mismos lo catapultaron como el presidente del empleo, y esos mismos medios manipulados ante el fracaso del gran líder del país nos cambiaron el chip con futbol, telenovelas, tristes reality shows en los domingos llenos de luces, de actores, de soñadores, llenos de tanta nada. Ahora su lucha es una guerra sin inicio ni fin, una guerra que la televisión vanagloria y a la vez crítica, pero de críticas no vive la democracia, la democracia vive de la participación.

Si miramos el panorama es más que desalentador: un país sin educación se mantiene así porque le teme al cambio, en eso está de acuerdo con los gobiernos aunque estos cambien de manos, un país sin educación vuelve ricas a las empresas de medios que invirtiendo poco ganan mucho dinero, un país educado por la televisión que desinforma, es un país con un gobierno pleno, que en vez de títere es titiritero.

Diego Christian Pérez Morales

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