Quizá con el calor sus neuronas se derretían como la miel.
La mañana que mi padre murió, ocurrió un día hermoso, se levantó y se observó en el espejo.
Ese día todos sabíamos que su fin estaba cerca, dos días atrás apenas había tomado agua, su rostro estaba escuálido, demacrado, cadavérico.
Se despertó y sin decirnos adiós, se despidió de la mejor forma forma posible: frente al espejo observó con atención, sus ojos estaban opacos, quizá guardó esos meses fuerzas para llegar a ese momento de culminación: tocó su rostro, sintió todos esos caminos que el tiempo, la vida y el tiempo en la vida le hicieron a su cuerpo, a su rostro.
Me observó a mí y a todos los que estábamos ahí y dijo:
-Vaya que me veo jodido-
Sonrió y se acostó dificultosamente en su cama de nueva cuenta.
Le acerqué, agua, comida y dulces, rechazó todo: "no me duele nada" nos dijo y se reposó para morir.
Diego Christian Pérez Morales.
margot-remi@hotmail.com
2 comentarios:
:/
La muerte es sombría, pero no triste, triste se pone uno, no el que se va. Un abrazo Haz
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