Estan todos muertos.
Una lluvia cae, el matalobos se tira en medio de la carnicería completamente vencido.
La física, densidad, sangre caliente corre pesada por agua enlodada helada, está quemándose por dentro, pero su piel cada vez se hace más fría.
Casi está dormido o muerto, lodo ensangrentado lo rodea como si fuera líquido amniótico. Siente su corazón latir a galope, seguro que hoy morirá.
Doménico lo mira de pie. Ha llegado demasiado tarde para salvar a más matalobos.
En el suelo los canes y los matalobos se hacen una sopa apestosa, uno de ellos está respirando. Se mueve.
Lame sus garras.
Doménico se acerca, encontró al fin lo que buscaba: tiene un hijo que alimentará con unos cuantos enemigos.
Es padre del último matalobos.
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