jueves, 25 de diciembre de 2008

Hoy no sale el Sol (parte 2)

El vecino


Despierto por el ruido, Violeta abre la puerta de la casa y Paris canta una estúpida canción de las arañas. Sergio la llevará a la escuela y se irá a trabajar también.
Suena en la oquedad del pasillo una plática perturbadora: “¿Qué te hizo ese cabron?
Le dice Violeta a Soledad, prendo la televisión, no quiero hacerme juicios de la gente sin conocerla en realidad.
Desayuno restos fríos de la cena, no me da la gana calentarlos y me decido a escribir de nuevo, saco mis apuntes y mi maquina de escribir, prendo mi porro. El teléfono suena nuevamente, lo miro, ni quiero saber quién es y mejor lo desconecto.
Lo último que escribí fue:

“La noche se tornó densa de nuevo, tendría mis visiones del cosmos de nueva vez. Supe que el mundo se iba a acabar pronto.”
Me di cuenta que no recordaba de qué trataba el libro, hace tanto que ni pensaba en él, que lo leeré nuevamente.
Entonces saqué la caja en la que guardaba las hojas enumeradas, llevaba 2301, me asusté, eran muchísimas, tantas que yo no lo sabía. Al parecer la historia se había extendido más de lo que planeaba.
La hoja 1 hablaba de una niñez de Ike el protagonista en la que jugaba con su amor infantil debajo de un sauce llorón. Dos capítulos necesité para detallar el paisaje que en la historia sería intrascendente. De hecho, su amor de infancia muere a los trece años de edad, hasta el capítulo catorce. ¿Cuándo empezaron sus visiones?
En eso suena la puerta del departamento y pienso en quién puede ser, me quedo callado, no deja de sonar.
El pinche porro me traiciona y digo: ¡no estoy!
Si, soy un idiota, tendré que abrir.
Es Gabriel el vecino, tiene cara de me jode, parece que tuvo mala noche, le abro y percibe el aroma a hierba quemada, me mira en silencio, ve mi Wellington 56 en la mesa y las hojas tiradas por todas partes. Me mira de nueva vez, hasta que me doy cuenta que no he dicho ni una palabra:
“buen día”- le digo dudoso
“¿quiere una cerveza vecino?”- me pregunta
“si”- Le contesto
Entonces entré a su departamento, las paredes eran rosa pastel como el pantalón de Sergio, tenía recuerditos estúpidos de bodas y quince años. En una pared un adorno que decía en distintos percheritos
Estoy:
Contenta
Enojada
Cansada
Triste
Fastidiada
Aburrida

Y luego una muñequita colgante con falda y todo posada en la de triste, una cocina que decía propiedad de Soledad y en el baño otro letrero de: “Tocar antes de entrar”.
En la puerta de la habitación decía: “cuarto de los enamorados”, comprendí al pobre Gabriel. Su esposa era insoportablemente cariñosa.
El es brillante y seco, se dedica a editar una revista de chismes que yo leo, dice que es una porquería, que odia que nadie pesque la ironía con la que exhibe los chismes. Yo si lo hago, pero me da pena decirle que leo su trabajo.
Después me comenta que leyó mi último libro: “El otoño de las rosas”, le gustó mucho y no se explica cómo no he sacado otro en cinco años. Yo me quedo callado un momento, trabajo en uno le digo.
“Debe ser muy bueno entonces” –dice
Y yo asiento la cabeza de forma engreída
“¿de que trata?”
“es complicado” – Le digo para zafarme
Entonces un silencio incómodo se hace más que presente, voy al baño y la cortina de corazones dice:
“No seas travieso amor”
A este paso creo que cada espacio de cubitos de hielo tiene indicaciones y que en sus cervezas pone etiquetas de: “no bebas tanto”, “no manejes” y “piensa en mí”.
El escusado lo confirma: tiene un cubre tazas de conejito con la frase “levántame” y debajo decía “gracias, ahora jala la palanca”. Dios es grandísimo, si esa mujer estuviera aquí la golpearía yo igual.
Jalo la palanca y salgo del baño, tiene otra cerveza en la mesa y prendió la televisión, está viendo caricaturas viejas, me siento ya más cómodo, lo entiendo ahora.
Creo que me vuelvo dependiente, saco otro porro:
“¿puedo?- le pregunto
“claro, yo ya no tengo” -me dice, con razón que ya no la aguantaba, ahora comprendo el patrón. Cada que la hierba que lo tranquiliza de esa locura se termina, Soledad lo vuelve loco.
A las tres después de reírnos de un tipo que salió en las noticias atrapado entre dos edificios cuando huía de la policía y de un chef galanazo que seguramente enamoraba a todas las amas de casa tristes. Hasta nos reímos abiertamente de sus adornos, eran una gran tontería, ya después me despedí de Gabriel y volví a casa. Paris jugaba con Mario, Luisita, ahora que lo pienso puede ser transgénero esa muñeca y Camila.
“hola tío”- Me decía dulcemente
Yo solo le sonreí y Violeta me miró con ojos de hielo, Sergio hablaba en nuestro cuarto con su “marido” y lloraba, cuando salió estaba algo alterado.


jajajaja
REmi

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