El vecino
Despierto por el ruido, Violeta abre la puerta de la casa y Paris canta una estúpida canción de las arañas. Sergio la llevará a la escuela y se irá a trabajar también.
Suena en la oquedad del pasillo una plática perturbadora: “¿Qué te hizo ese cabron?
Le dice Violeta a Soledad, prendo la televisión, no quiero hacerme juicios de la gente sin conocerla en realidad.
Desayuno restos fríos de la cena, no me da la gana calentarlos y me decido a escribir de nuevo, saco mis apuntes y mi maquina de escribir, prendo mi porro. El teléfono suena nuevamente, lo miro, ni quiero saber quién es y mejor lo desconecto.
Lo último que escribí fue:
“La noche se tornó densa de nuevo, tendría mis visiones del cosmos de nueva vez. Supe que el mundo se iba a acabar pronto.”
Me di cuenta que no recordaba de qué trataba el libro, hace tanto que ni pensaba en él, que lo leeré nuevamente.
Entonces saqué la caja en la que guardaba las hojas enumeradas, llevaba 2301, me asusté, eran muchísimas, tantas que yo no lo sabía. Al parecer la historia se había extendido más de lo que planeaba.
La hoja 1 hablaba de una niñez de Ike el protagonista en la que jugaba con su amor infantil debajo de un sauce llorón. Dos capítulos necesité para detallar el paisaje que en la historia sería intrascendente. De hecho, su amor de infancia muere a los trece años de edad, hasta el capítulo catorce. ¿Cuándo empezaron sus visiones?
En eso suena la puerta del departamento y pienso en quién puede ser, me quedo callado, no deja de sonar.
El pinche porro me traiciona y digo: ¡no estoy!
Si, soy un idiota, tendré que abrir.
Es Gabriel el vecino, tiene cara de me jode, parece que tuvo mala noche, le abro y percibe el aroma a hierba quemada, me mira en silencio, ve mi Wellington 56 en la mesa y las hojas tiradas por todas partes. Me mira de nueva vez, hasta que me doy cuenta que no he dicho ni una palabra:
“buen día”- le digo dudoso
“¿quiere una cerveza vecino?”- me pregunta
“si”- Le contesto
Entonces entré a su departamento, las paredes eran rosa pastel como el pantalón de Sergio, tenía recuerditos estúpidos de bodas y quince años. En una pared un adorno que decía en distintos percheritos
Estoy:
Contenta
Enojada
Cansada
Triste
Fastidiada
Aburrida
Y luego una muñequita colgante con falda y todo posada en la de triste, una cocina que decía propiedad de Soledad y en el baño otro letrero de: “Tocar antes de entrar”.
En la puerta de la habitación decía: “cuarto de los enamorados”, comprendí al pobre Gabriel. Su esposa era insoportablemente cariñosa.
El es brillante y seco, se dedica a editar una revista de chismes que yo leo, dice que es una porquería, que odia que nadie pesque la ironía con la que exhibe los chismes. Yo si lo hago, pero me da pena decirle que leo su trabajo.
Después me comenta que leyó mi último libro: “El otoño de las rosas”, le gustó mucho y no se explica cómo no he sacado otro en cinco años. Yo me quedo callado un momento, trabajo en uno le digo.
“Debe ser muy bueno entonces” –dice
Y yo asiento la cabeza de forma engreída
“¿de que trata?”
“es complicado” – Le digo para zafarme
Entonces un silencio incómodo se hace más que presente, voy al baño y la cortina de corazones dice:
“No seas travieso amor”
A este paso creo que cada espacio de cubitos de hielo tiene indicaciones y que en sus cervezas pone etiquetas de: “no bebas tanto”, “no manejes” y “piensa en mí”.
El escusado lo confirma: tiene un cubre tazas de conejito con la frase “levántame” y debajo decía “gracias, ahora jala la palanca”. Dios es grandísimo, si esa mujer estuviera aquí la golpearía yo igual.
Jalo la palanca y salgo del baño, tiene otra cerveza en la mesa y prendió la televisión, está viendo caricaturas viejas, me siento ya más cómodo, lo entiendo ahora.
Creo que me vuelvo dependiente, saco otro porro:
“¿puedo?- le pregunto
“claro, yo ya no tengo” -me dice, con razón que ya no la aguantaba, ahora comprendo el patrón. Cada que la hierba que lo tranquiliza de esa locura se termina, Soledad lo vuelve loco.
A las tres después de reírnos de un tipo que salió en las noticias atrapado entre dos edificios cuando huía de la policía y de un chef galanazo que seguramente enamoraba a todas las amas de casa tristes. Hasta nos reímos abiertamente de sus adornos, eran una gran tontería, ya después me despedí de Gabriel y volví a casa. Paris jugaba con Mario, Luisita, ahora que lo pienso puede ser transgénero esa muñeca y Camila.
“hola tío”- Me decía dulcemente
Yo solo le sonreí y Violeta me miró con ojos de hielo, Sergio hablaba en nuestro cuarto con su “marido” y lloraba, cuando salió estaba algo alterado.
jajajaja
REmi
jueves, 25 de diciembre de 2008
miércoles, 17 de diciembre de 2008
Hoy no sale el Sol (parte 1)
Otra vez lo hice.
No cabe duda.
Ella está recostada a un lado mío cuando despierto, sus pezones están erectos, desnudos, me abraza y su aroma me trae a la mente un pasado no tan lejano, nada poderoso, un aroma a peras en almíbar. Su cabeza está en mi hombro, su cabello castaño cenizo, con aroma a peras reposa todo sobre mi pecho como un abanico mentiroso e irresponsable. Sus ojos grandes están apagados, suspira de vez en cuando, sus labios debo aceptar que los probé después de mucho tiempo de espera. Su piel está hermosa y tersa, es larga y delgada. Creo que lo más importante es que me sé su nombre. Ya la conocía, fuimos pareja, ahora solo amantes.
Siempre usa lentes y ahora se los ha quitado, se ve muy bonita sin ellos, siempre me toma de la mano y me abraza, por algún motivo siempre discutimos. Por eso solo somos amantes.
Creo que ha sido la única mujer a la que le he dicho que sus manos son hermosas. ¡Qué imbécil caradura soy!, creí que eso bastaba para mantener una relación minada entre elitismos e ignorancia. Ella me escuchaba durante horas siempre, yo le contaba sobre mi vida y ella jamás me comprendió. ¿De qué sirve escribir? ¿Me escribes algo?
Si te peinaras te verías más guapo. ¡Ve nada más como vienes vestido! Hueles a alcohol. Pareces abuelo, deberías abrazarme más.
Pero estábamos ahí por que nos veíamos lindos juntos, todos nos decían. No era el plan más brillante de mi vida, pero en mucho tiempo fue lo mejor que se nos ofreció en los sentimientos. Lo que teníamos en común en aquel entonces y esta semana en particular, fue exactamente eso, éramos unos solitarios desdichados.
Descubrí la sábana tan tersa que nos tapaba y veo su pudor haciéndose presente: se ha puesto las bragas de nueva vez. Esas que le regalé hace un tiempo y hoy modela sin darse cuenta. En el exhibidor supe que estaban hechas para sus piernas delgadas y largas. Tienen mariposas, “siempre mi obsesión enfermiza por ellas”, me dijo cuando se las di. Yo creo que se le ven hermosas, cubriendo su femineidad, la última vez que nos acostamos también se las puso. De eso más de tres meses.
El teléfono empieza a sonar y ella se despierta, sus ojos negros me miran como siempre: vacíos, pero son poderosamente atractivos, grandes como para perderse en ellos un instante. También me gustan sus pestañas y su cadera. Por fuera es en verdad hermosa, ojala que no hablara nunca.
-“No voy a tomar las pastillas”- me dice, creo que no contestaré el teléfono.
Y discutimos hasta que me contesta que se siente sola, eso yo ya lo sabía, pero no tenía idea de cuanto. Que no le importa que diga yo y va a tener un hijo mío, esto es terrible, a mí me tocó ser el cargador de ese peso. Me jode, resulta que está enamorada de mí.
Ahora no sé como pedirle que se vaya, en cinco horas llega Violeta mi esposa, si la ve y se da cuenta, no solo que una desconocida está aquí, si no que también tiene las mismas bragas, me va a matar.
Ahora si voy en el último vagón del metro y no es por llegar tarde.
Suena el teléfono nuevamente y no lo contesto, creo que si me puse nervioso, saco de mi cajón bajo llave mi hierba, sé que así Iris se va a ir. Odia mi vicio desde siempre.
Me funciona esta trampita, se va y el teléfono marca tiempo de nuevo, ahora si lo contesto.
Mi hermano me dice que se peleó con su pareja, que viene a quedarse a mi casa unos días con su hija adoptada.
El es homosexual, treinta y tantos años, nunca me llevé bien con él, hasta que salió del closet, creo que más que unirnos, la incomodidad del momento para él hizo que naciera mi yo fraternal hacia el mismo. No tuvimos padre, tal vez alguno de los amantes de mi madre que le daban dinero lo era, pero esto no lo aseguro. Por eso ya me aprendí bien su nombre. Sergio y su hija Paris.
¡Que horrible nombre tiene esa niña!
Iris se va y deja en la almohada de Violeta su aroma a Peras en almíbar, lleva un corazón roto y posiblemente mi primer hijo, esta encabronada, vio mi cara de miedo y sabe que fumé para que se fuera, la canabis le da jaqueca. No tengo ningún hijo que yo sepa, Violeta es estéril y está algo frustrada por ello.
Igual, si lo pienso un tanto más, me emociono un poco también. Empiezo a tontear sobre como se llamará el bebé y hago una lista de nombres:
Salvador: así me llamo yo, creo que es muy feo.
Nicolás: Así se llama mi otro hermano y se llamaba mi abuelo. Los dos son adictos al tequila con café, comen emparedados de atún y siempre les apesta la boca. Fuman cigarros baratos. A mi eso me da migraña, mejor otro nombre.
Pedro: es demasiado bíblico
Astroboy: jajaja es el mejor pero creo Iris no me dejará.
Saúl: no, no me gusta creo que escribo solo por estar viajando.
¿Y si es niña?, ¿si después de hoy no veo a Iris de nuevo y ese bebé se hace un bastardo como yo?
Tengo muchísima hambre, que se jodan los nombres, puedo caer en una nueva crisis existencial, iré a comprar algo de comer. No tengo dinero para otro psiquiatra.
Puede que también unas cervezas y una revista de chismes, son muy divertidas.
En ese momento Violeta está entrando a la casa, regresó de Tijuana y se acostó con su amor juvenil Román Gómez. Fueron novios en la adolescencia más tiempo del que yo tengo de casado. Ella le regaló sus bragas de mariposas.
El departamento huele a marihuana y peras en almíbar, en un día normal me mataría, no por el olor a peras que desconoce completamente, por el olor a hierba si.
Pero trae la culpa consigo y no me dirá nada. Se acuesta a llorar en la cama aún destendida que guarda el bouquet de Iris.
Pero no sospecha nada, sabe que no soy un galán, que me avergüenzo de mi cuerpo y de mi panza de viejo. Que prefiero comprar una pizza a pagarle a una puta.
No me conoce, cree que mi deseo sexual no existe, hace mucho que no cogemos, le doy la razón del acostón con Román, ya le hacía falta. Aunque si me entero justo ahora si me enojaré
Suena el timbre y no soy yo, es Sergio que espera con todo y maletas vestido con una camisa manga corta color azul pastel, unos pantalones con raya de planchado color rosa y unos tenis de dama muy bonitos.
Paris está cargando una muñeca muy fea que le regalé cuando fue adoptada, la niña es morena, ninguno en la familia lo es. Tiene el pelo chino y corto con dos colitas coquetas, come una paleta de caramelo de vainilla y toda su cara está sucia. Tiene cuatro años. Es africana y además del español sabe francés.
Violeta les abre y los invita a pasar, tiene los ojos un poco hinchados, “Salvador ya viene para acá, por favor siéntense, ¿que les puedo ofrecer?”
Y Sergio le prende la televisión a Paris en la otra habitación, en la sala se echa a llorar con Violeta contándole su decepción. “Creo que si es este el final”
Violeta siente un gran dolor y ganas de llorar también, no por Sergio, por nuestro matrimonio. Pero se calla y lo impide.
En eso llego yo de vuelta con dos cervezas, unas burritas y el TV magazín.
Los chismes son muy graciosos, el último me da risa y cuando entro sonrio, aún estoy un poco dopado.
La noche pasa entre una cena chatarra, la decepción en los ojos de Sergio y Violeta, que definitivamente me perturban. Mejor lo arreglo mañana y me pongo a jugar con Paris y sus muñecas. Una de ellas se llama Mario y me dice que es como sus papás.
Me quedo callado un poco asustado la verdad, hasta suelto la muñeca o el travestí ese, creo que fue mucha explicación.
Paris tan indiscreta.
Violeta y Sergio se acuestan en mi cama esa noche, en el catre del closet Paris y a mí, me mandan a la sala. Según los dos están más cansados que yo, Violeta empieza discutirme que no trabajo en mi libro hace varios meses. Que no estoy cansado yo.
Estoy bloqueado y no es mi culpa, es esta vida tan aburrida que me hace vivir ella, nos odiamos un poco ya.
Pienso en Iris y nuestro hijo bastardo, veo el techo, hace frío y el vecino del 234 tiene uno de sus ataques de furia. Se llama Gabriel y solo nos saludamos, no hablamos más al respecto, está casado con una chica llamada Soledad a la que golpea salvajemente justo ahora. Como siempre en dos semanas ella volverá a casa después de que mañana salga moreteada con gafas oscuras y maletas, con cara de “ahora si no vuelvo”.
La Luna está muy grande y brillante, inicia otoño justo hoy, las persianas no sirven y no las puedo cerrar, me da justo en la cara.
Paris sale a la cocina a tomar leche, me dice que no puede dormir, que le cuente una de mis historias.
Mientras le caliento la leche me mira y me dice: ¿Tú si quieres a papá Sergio?
Y le digo que no, que es difícil de explicar. “Entonces eres raro”- Me contesta.
“tampoco quieres a Violeta, ¿entonces a quien quieres?”
Niña indiscreta, me cuenta lo que Sergio y mi esposa platican en la cama. Eso no suena bien, mi esposa y mi hermano duermen juntos en mi casa mientras yo quedo rezagado a tragarme la insolencia de una niña adoptada.
Estos días van a ser malos, se huele, lo puedo oler.
No, es la leche que se quema, se ve espumosa y furiosa escapando por la taza de peltre, la niña se ríe de mí, lo confirma. Estos días van a ser malos, como esos de mi primaria en los que se burlaban de mí: el niño lento y bobo, por eso escribo y no soy deportista.
y entonces aparecerá esta por partecitas
No cabe duda.
Ella está recostada a un lado mío cuando despierto, sus pezones están erectos, desnudos, me abraza y su aroma me trae a la mente un pasado no tan lejano, nada poderoso, un aroma a peras en almíbar. Su cabeza está en mi hombro, su cabello castaño cenizo, con aroma a peras reposa todo sobre mi pecho como un abanico mentiroso e irresponsable. Sus ojos grandes están apagados, suspira de vez en cuando, sus labios debo aceptar que los probé después de mucho tiempo de espera. Su piel está hermosa y tersa, es larga y delgada. Creo que lo más importante es que me sé su nombre. Ya la conocía, fuimos pareja, ahora solo amantes.
Siempre usa lentes y ahora se los ha quitado, se ve muy bonita sin ellos, siempre me toma de la mano y me abraza, por algún motivo siempre discutimos. Por eso solo somos amantes.
Creo que ha sido la única mujer a la que le he dicho que sus manos son hermosas. ¡Qué imbécil caradura soy!, creí que eso bastaba para mantener una relación minada entre elitismos e ignorancia. Ella me escuchaba durante horas siempre, yo le contaba sobre mi vida y ella jamás me comprendió. ¿De qué sirve escribir? ¿Me escribes algo?
Si te peinaras te verías más guapo. ¡Ve nada más como vienes vestido! Hueles a alcohol. Pareces abuelo, deberías abrazarme más.
Pero estábamos ahí por que nos veíamos lindos juntos, todos nos decían. No era el plan más brillante de mi vida, pero en mucho tiempo fue lo mejor que se nos ofreció en los sentimientos. Lo que teníamos en común en aquel entonces y esta semana en particular, fue exactamente eso, éramos unos solitarios desdichados.
Descubrí la sábana tan tersa que nos tapaba y veo su pudor haciéndose presente: se ha puesto las bragas de nueva vez. Esas que le regalé hace un tiempo y hoy modela sin darse cuenta. En el exhibidor supe que estaban hechas para sus piernas delgadas y largas. Tienen mariposas, “siempre mi obsesión enfermiza por ellas”, me dijo cuando se las di. Yo creo que se le ven hermosas, cubriendo su femineidad, la última vez que nos acostamos también se las puso. De eso más de tres meses.
El teléfono empieza a sonar y ella se despierta, sus ojos negros me miran como siempre: vacíos, pero son poderosamente atractivos, grandes como para perderse en ellos un instante. También me gustan sus pestañas y su cadera. Por fuera es en verdad hermosa, ojala que no hablara nunca.
-“No voy a tomar las pastillas”- me dice, creo que no contestaré el teléfono.
Y discutimos hasta que me contesta que se siente sola, eso yo ya lo sabía, pero no tenía idea de cuanto. Que no le importa que diga yo y va a tener un hijo mío, esto es terrible, a mí me tocó ser el cargador de ese peso. Me jode, resulta que está enamorada de mí.
Ahora no sé como pedirle que se vaya, en cinco horas llega Violeta mi esposa, si la ve y se da cuenta, no solo que una desconocida está aquí, si no que también tiene las mismas bragas, me va a matar.
Ahora si voy en el último vagón del metro y no es por llegar tarde.
Suena el teléfono nuevamente y no lo contesto, creo que si me puse nervioso, saco de mi cajón bajo llave mi hierba, sé que así Iris se va a ir. Odia mi vicio desde siempre.
Me funciona esta trampita, se va y el teléfono marca tiempo de nuevo, ahora si lo contesto.
Mi hermano me dice que se peleó con su pareja, que viene a quedarse a mi casa unos días con su hija adoptada.
El es homosexual, treinta y tantos años, nunca me llevé bien con él, hasta que salió del closet, creo que más que unirnos, la incomodidad del momento para él hizo que naciera mi yo fraternal hacia el mismo. No tuvimos padre, tal vez alguno de los amantes de mi madre que le daban dinero lo era, pero esto no lo aseguro. Por eso ya me aprendí bien su nombre. Sergio y su hija Paris.
¡Que horrible nombre tiene esa niña!
Iris se va y deja en la almohada de Violeta su aroma a Peras en almíbar, lleva un corazón roto y posiblemente mi primer hijo, esta encabronada, vio mi cara de miedo y sabe que fumé para que se fuera, la canabis le da jaqueca. No tengo ningún hijo que yo sepa, Violeta es estéril y está algo frustrada por ello.
Igual, si lo pienso un tanto más, me emociono un poco también. Empiezo a tontear sobre como se llamará el bebé y hago una lista de nombres:
Salvador: así me llamo yo, creo que es muy feo.
Nicolás: Así se llama mi otro hermano y se llamaba mi abuelo. Los dos son adictos al tequila con café, comen emparedados de atún y siempre les apesta la boca. Fuman cigarros baratos. A mi eso me da migraña, mejor otro nombre.
Pedro: es demasiado bíblico
Astroboy: jajaja es el mejor pero creo Iris no me dejará.
Saúl: no, no me gusta creo que escribo solo por estar viajando.
¿Y si es niña?, ¿si después de hoy no veo a Iris de nuevo y ese bebé se hace un bastardo como yo?
Tengo muchísima hambre, que se jodan los nombres, puedo caer en una nueva crisis existencial, iré a comprar algo de comer. No tengo dinero para otro psiquiatra.
Puede que también unas cervezas y una revista de chismes, son muy divertidas.
En ese momento Violeta está entrando a la casa, regresó de Tijuana y se acostó con su amor juvenil Román Gómez. Fueron novios en la adolescencia más tiempo del que yo tengo de casado. Ella le regaló sus bragas de mariposas.
El departamento huele a marihuana y peras en almíbar, en un día normal me mataría, no por el olor a peras que desconoce completamente, por el olor a hierba si.
Pero trae la culpa consigo y no me dirá nada. Se acuesta a llorar en la cama aún destendida que guarda el bouquet de Iris.
Pero no sospecha nada, sabe que no soy un galán, que me avergüenzo de mi cuerpo y de mi panza de viejo. Que prefiero comprar una pizza a pagarle a una puta.
No me conoce, cree que mi deseo sexual no existe, hace mucho que no cogemos, le doy la razón del acostón con Román, ya le hacía falta. Aunque si me entero justo ahora si me enojaré
Suena el timbre y no soy yo, es Sergio que espera con todo y maletas vestido con una camisa manga corta color azul pastel, unos pantalones con raya de planchado color rosa y unos tenis de dama muy bonitos.
Paris está cargando una muñeca muy fea que le regalé cuando fue adoptada, la niña es morena, ninguno en la familia lo es. Tiene el pelo chino y corto con dos colitas coquetas, come una paleta de caramelo de vainilla y toda su cara está sucia. Tiene cuatro años. Es africana y además del español sabe francés.
Violeta les abre y los invita a pasar, tiene los ojos un poco hinchados, “Salvador ya viene para acá, por favor siéntense, ¿que les puedo ofrecer?”
Y Sergio le prende la televisión a Paris en la otra habitación, en la sala se echa a llorar con Violeta contándole su decepción. “Creo que si es este el final”
Violeta siente un gran dolor y ganas de llorar también, no por Sergio, por nuestro matrimonio. Pero se calla y lo impide.
En eso llego yo de vuelta con dos cervezas, unas burritas y el TV magazín.
Los chismes son muy graciosos, el último me da risa y cuando entro sonrio, aún estoy un poco dopado.
La noche pasa entre una cena chatarra, la decepción en los ojos de Sergio y Violeta, que definitivamente me perturban. Mejor lo arreglo mañana y me pongo a jugar con Paris y sus muñecas. Una de ellas se llama Mario y me dice que es como sus papás.
Me quedo callado un poco asustado la verdad, hasta suelto la muñeca o el travestí ese, creo que fue mucha explicación.
Paris tan indiscreta.
Violeta y Sergio se acuestan en mi cama esa noche, en el catre del closet Paris y a mí, me mandan a la sala. Según los dos están más cansados que yo, Violeta empieza discutirme que no trabajo en mi libro hace varios meses. Que no estoy cansado yo.
Estoy bloqueado y no es mi culpa, es esta vida tan aburrida que me hace vivir ella, nos odiamos un poco ya.
Pienso en Iris y nuestro hijo bastardo, veo el techo, hace frío y el vecino del 234 tiene uno de sus ataques de furia. Se llama Gabriel y solo nos saludamos, no hablamos más al respecto, está casado con una chica llamada Soledad a la que golpea salvajemente justo ahora. Como siempre en dos semanas ella volverá a casa después de que mañana salga moreteada con gafas oscuras y maletas, con cara de “ahora si no vuelvo”.
La Luna está muy grande y brillante, inicia otoño justo hoy, las persianas no sirven y no las puedo cerrar, me da justo en la cara.
Paris sale a la cocina a tomar leche, me dice que no puede dormir, que le cuente una de mis historias.
Mientras le caliento la leche me mira y me dice: ¿Tú si quieres a papá Sergio?
Y le digo que no, que es difícil de explicar. “Entonces eres raro”- Me contesta.
“tampoco quieres a Violeta, ¿entonces a quien quieres?”
Niña indiscreta, me cuenta lo que Sergio y mi esposa platican en la cama. Eso no suena bien, mi esposa y mi hermano duermen juntos en mi casa mientras yo quedo rezagado a tragarme la insolencia de una niña adoptada.
Estos días van a ser malos, se huele, lo puedo oler.
No, es la leche que se quema, se ve espumosa y furiosa escapando por la taza de peltre, la niña se ríe de mí, lo confirma. Estos días van a ser malos, como esos de mi primaria en los que se burlaban de mí: el niño lento y bobo, por eso escribo y no soy deportista.
y entonces aparecerá esta por partecitas
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